Columna de opinión, en el marco de la 7° Semana de las Pedagogías 2021:

Interdisciplinariedad en educación: Un ejercicio para la vida misma

Interdisciplinariedad en educación: Un ejercicio para la vida misma

Constantemente, quienes trabajamos en educación, sobre todo en educación parvularia, hablamos de la relevancia de formar integralmente a niños y niñas, ya que no solo nos interesa lo cognitivo, sino también sus emociones, el desarrollo de su identidad y autonomía, que se expresen y exploren libremente, que puedan relacionarse de manera sana, que aprendan con equidad de género y un enfoque de derechos, entre otras. No obstante, eso que sí compete a los conocimientos y a las disciplinas que se involucran en el aprendizaje, suelen ser parcelados y estar cada uno en su área temática, pero ¿cómo educamos para una vida integral sino no trabajamos interdisciplinariamente ciertos aspectos?

Es aquí donde la interdisciplinariedad aparece como una posibilidad (necesaria), pues permite conciliar de manera efectiva el ámbito socioemocional y lo académico, levantando intereses de las y los estudiantes, dándoles un sentido pedagógico y abordándolos desde distintos saberes. Estos otorgan una mirada particular desde su área y enriquecen el aprendizaje, tanto de niños y niñas como de docentes, porque favorece un diálogo con otras disciplinas y una vinculación entre profesoras y profesores que profundiza la reflexión pedagógica y esto, como consecuencia, fortalece la práctica docente y la experiencia educativa.

Pese a los beneficios que podría conllevar el ejercicio interdisciplinario, se reconoce la dificultad que esto implica: es una inversión de tiempo y energías que muchas veces las y los pedagogos no tenemos, por el amplio agobio laboral. Es por ello que es una tarea que compete a toda la comunidad educativa, instaurando una cultura del trabajo colaborativo, donde se pueda proponer, implementar y evaluar cada una de estas experiencias interdisciplinares, con objetivos y expectativas para el aprendizaje integral, espacios de análisis y retroalimentación, entre otras instancias.

Si bien, la pandemia nos ha obligado a realizar grandes modificaciones en nuestras formas de ejercer la docencia y ha limitado la interacción con las y los estudiantes, también ha posibilitado que aprendamos más sobre tecnologías, plataformas para el desarrollo de experiencias educativas, cómo hacer cápsulas pedagógicas y mucho más. Por cierto, nos ha dado la posibilidad de acceder a cursos, capacitaciones y charlas a las que jamás hubiéramos podido asistir por la lejanía y conectarnos con profesionales de distintas partes del mundo. Si podemos encontrarnos y conectar con ellos y ellas, ¿por qué no hacerlo con nuestros equipos? La invitación entonces es a vincularnos desde el interior de nuestros espacios educativos, reconociendo los intereses y necesidades particulares de las comunidades, imbricando lo académico y socioemocional y, por sobre todo, encontrarse con cada integrante, valorando eso que tiene para compartir.

Trabajar así en educación, es presentarles la vida misma a nuestras y nuestros estudiantes, es entregarles herramientas que les permitan desenvolverse reconociendo, por ejemplo, que al plantar una semilla se genera una relación con ella, que requiere de cuidados, agua y luz solar para crecer, que puede generar frutos y podemos alimentarnos de ellos, que pueden tener conocimientos sobre aquella planta, pero otros/as pueden tener algunos distintos y se pueden complementar. Esa es la vida a la que podemos apuntar ¿Por qué no empezar ahora?

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