Al conversar virtualmente con familiares, amigos o vecinos he escuchado “mi hijo no quiere hacer las tareas”. Lo más sorprendente es que son menores de seis años. Entonces es necesario preguntarse y derribar mitos populares que acongojan a los adultos familiares, los que siempre (así debiera ser) quieren lo mejor para sus hijos e hijas, pero no tienen por qué saber cómo educar.
Primer mito:
Los niños y niñas menores de seis años se “atrasan” si no van a un jardín infantil.
No es así si los adultos que lo rodean están preocupados de que aprendan y de la forma que deben hacerlo a esa edad. En el jardín infantil se les enseña diversas cosas, no sólo aprendizajes relacionados al desarrollo de su pensamiento matemático, el lenguaje o el desarrollo artístico. También aprenden sobre ciencias, comunicación y especialmente el desarrollo de su autonomía, identidad y corporalidad, entre otros. Por lo tanto, es posible seguir potenciando esto en su hogar y no sólo en época de pandemia, sino siempre con actividades que se realicen en la cotidianidad, sin artificialismos, sin exigencias, especialmente ahora que así como nosotros, muchos niños y niñas también están estresados.
¿Sabías que juntar parejas de calcetines puede ser un gran desafío y aprendizaje matemático? También, ofrecer a los niños menores de dos años pinzas de ropa para que la unan a ésta y la entreguen al adulto puede ejercitar su musculatura fina lo que le favorecerá la escritura. Además, el expresar sus emociones, sus dudas frente a lo que estamos viviendo les ayuda a su seguridad y además aprender nuevos contenidos como los significados de virus, pandemia, contagio, distancia social… Estos son algunos ejemplos con intención de parte de los adultos que permitirán a los niños y niñas continuar aprendiendo en sus hogares.
Segundo mito:
Tenemos que hacerle tareas para que aprendan.
Depende del tipo de tarea. Si para la mayoría la “tarea” es sentarlos con una hoja y lápiz a rellenar figuras, puntear números o repetir letras, esto no es muy favorable para los niños y niñas. Ellos aprenden al igual que nosotros cuando están motivados, cuando lo que están haciendo tiene una utilidad.
Una tarea puede ser un desafío y desde pequeños los podemos entusiasmar ante ellas y no alejarlos. Por ejemplo, la tarea de hoy para todos será sacar las hojas secas que hay en el patio, así tal vez podemos aprender de árboles con hojas caducas y perennes. Otra actividad podría ser hacer un listado de que hay en la despensa y lo que hace falta. Puede dibujar y copiar o escribir el número si aún no lo sabe. También forrar una caja para quien tenga que salir, al llegar a casa pueda depositar los elementos que debe desinfectar y ver como el adulto escribe algún letrero como “Limpie lo que usó”. Eso tiene más sentido que escribir números o repetir letras sin un contexto. En este sentido, hay “tareas” y “tareas”.
Tercer mito:
Mi hijo no necesita ir al jardín, lo cuidamos en casa.
Depende de la edad. Para muchas personas aún subsiste la idea que el jardín es para cuidar a los niños y niñas. Efectivamente los cuidan, pero también los educan integralmente. Cuando son bebés es muy importante que desarrollen el apego y si pueden estar en casa mejor aún. Ya desde los dos años aproximadamente necesitan aprender muchas cosas que los y las profesionales y técnicos especializados saben desarrollar de forma correcta, al diseñar experiencias con objetivos y estrategias adecuadas. Esto significa que en época de pandemia es relevante no sólo cuidarlos, sino potenciar experiencias muy divertidas, desafiantes, para que aprendan desde la cotidianidad.
Cuarto mito:
Ahora que mi hijo está en casa no puede compartir con otros y eso lo hace sólo en el jardín.
Sí, se puede. ¿Acaso no puede conversar con primos o amigos por el teléfono, video u otro medio? Hemos visto niños y niñas que desde las rejas de las casas conversan a metros de distancia, se ríen, cantan… Ellos a veces nos demuestran la solución a los problemas de una manera fácil. Podemos intentar mantener el lazo con sus amigos del jardín al llamar por teléfono a sus adultos familiares para que los relacionen y puedan seguir estrechando vínculos y también desarrollando la sensibilidad y preocupación por el otro.
Les invitamos por tanto a continuar preocupándose de la salud, bienestar y los aprendizajes de los niños y niñas ¡desde sus hogares!