Expresiones de la Violencia

Cómo enfrentar los femicidios desde una perspectiva multidimensional, más allá del mero punitivismo

Cómo enfrentar los femicidios más allá del punitivismo

A 28 aumentan los casos de femicidio registrados durante 2018. Sólo en agosto se registraron cuatro y junio fue el mes con mayor cantidad de crímenes hacia mujeres en lo que va del año, según datos del Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género. Los femicidios se definen como la forma más extrema de violencia contra las mujeres, donde “el crimen es la aberración final luego de un extenso calvario de sufrimiento, pero también de múltiples formas de lucha por sobrevivir”, como diría la psicóloga jurídica y directora académica de la Facultad de Ciencias Sociales, Svenska Arensburg.

Crímenes y abusos contra las mujeres han despertado una ola de reacciones y, más importante aún, un movimiento social feminista masivo a nivel nacional que alcanzó su apogeo en mayo de este año. Precisamente, la visibilización mediática y social de esta violencia de género ha sido gracias al esfuerzo y trabajo realizado durante décadas por mujeres que han logrado desnaturalizar el problema. Antes, se ridiculizadaba o banalizaba el fenómeno social, a juicio de la docente, con asesinatos presentes únicamente en las secciones de crónica roja de los medios de comunicación. Hoy, en cambio, se le reconoce como un problema crítico y urgente de resolver y transformar socioculturalmente.

Pese a que entre los siglos XX y XXI se avanzó hacia expresiones vanagloriadas de igualitarismo entre hombres y mujeres, eso no significa haber alcanzado un igualitarismo pleno. Existen condiciones estructurales del patriarcado que, de alguna u otra manera, permanecen, tales como ideas y pensamientos de que la mujer puede ser consificada, instrumentalizada, o bien castigada por alejarse del rol impuesto por el patriarcado.

Análisis que trasciende los números e incluye los derechos de todos(as) los(as) afectados(as) por la violencia

El gobierno anunció hace algunos meses medidas para hacer frente a la violencia de género intrafamiliar. Se realizó la mesa del Circuito Intersectorial contra los Femicidios, encabezada por el ministro del Interior y Seguridad Pública, Andrés Chadwick, y la ministra de la Mujer y Equidad de Género, Isabel Plá, quienes estipularon un plazo de 60 días para elaborar un documento que explique de qué forma se cumplirán las tareas encargadas sobre el tema.

Dentro de estos puntos, se encuentra la creación de un registro único de denuncias de abuso sexual o maltratos, medida dada a conocer el pasado 03 de julio. Este registro ayudará a que las instituciones tengan un listado único de denuncias para poder agilizar los procesos judiciales y de apoyo hacia las víctimas debido a que, según la ministra, "la violencia es como un espiral, por lo que se debe evitar ante el primer indicio”.

No obstante, más allá de contar con un registro público de denuncias y adoptar medidas similares de corto plazo, las investigaciones en psicología jurídica indican que estas violencias tienen efectos nefastos y a largo plazo en la vida familiar, en especial en los hijos e hijas que sobreviven a su orfandad; daña los vínculos comunitarios próximos, fragilizando las redes de confianza, y conlleva secuelas emocionales en las personas próximas a su historia y desenlace, efectos psicosociales que se extienden en el futuro.

En palabras de Svenska Arensburg: “Cualquier medida, cualquier respuesta, cualquier política de violencia de género o relativa a relaciones abusivas que involucran al mundo jurídico, requiere de un análisis muy complejo respecto de sus consecuencias en términos de los derechos involucrados, de todos(as) los(as) integrantes e incumbentes”. Usualmente, en el plano jurídico se tiende a aproximar rápidamente a la sanción o a medidas punitivas por tratarse de una respuesta más rápida, sencilla, popular y conocida.

En este sentido, el populismo punitivo es uno de los elementos más criticados por la criminología, porque –por una parte– brinda una solución vertiginosa con la cual “podemos estar de acuerdo prontamente, pero los estudios, el trabajo y la historia sobre las consecuencias de las respuestas punitivas nos han indicado desde sus orígenes –del siglo XIX hacia adelante– que no resuelven el problema de fondo”, explica la académica del Depto. de Psicología.

Mecanismos a corto plazo como esos sólo individualizan el problema, concentrándose en el castigo y no en las repercusiones que tiene la violencia en la subjetividad, en las relaciones interpersonales y en la comunidad, factores que hoy están en boga para pensar respuestas judiciales integrales, más justas y reparatorias.

Cualquier medida debe ser pensada en esos términos: en los derechos que pueden estar afectando o promoviendo, y en el hecho que cualquier medida judicial siempre debe ser pensada críticamente en relación a las aspiraciones sociales, que constantemente llevan al punitivismo.

Acerca del listado de abusadores y personas condenadas, “pienso que para determinados fines puede ser importante, por ejemplo, para trabajos específicos. El punto ahí es cómo cautelar y proteger la confidencialidad de esos listados y revisar la manera en que será ocupado. Bajo ningún punto de vista puede ser un listado que se difunda en los medios de comunicación”, advierte Arensburg. Por tanto, la pregunta compleja es quién puede tener la garantía de poseer ese listado, el mundo público o privado. Además, “puede atentar contra los derechos de las personas, con las consecuencias punitivas que eso puede generar”, agrega.

Muchas veces, las mujeres temen de sobremanera la punición, pues no quieren que el padre de sus hijos quede encarcelado o pierda su trabajo, pero si quieren que una autoridad o el Estado lo obliguen a terminar con este ejercicio de violencia. “Ahí emerge un trabajo muy interesante donde no solo se desarrollan medidas para alejar al acusado de su familia, sino que también propicia la reflexión sobre cómo puede él responsabilizarse de sus actos y cómo la comunidad va a hacerse parte en el acompañamiento de la víctima, en la protección y no siendo solamente un(a) testigo”.

Una fractura de los lazos sociales

En una columna de opinión publicada en La Tercera el 23 de junio (hacer link al artículo), Svenska Arensburg ahondó en los problemas posteriores que acarrean los episodios de maltrato físico o psicológico a las mujeres, dentro de sus familias, esos que suelen ser olvidados o relegados a un segundo plano. Se necesita entender que “no hay que centrarse exclusivamente en la víctima y en el agresor para hacer frente a esta tragedia; mientras no enfrentemos las estructuras socioculturales patriarcales que hacen posible la violencia contra las mujeres, no vamos a poder terminar con eso”, comenta.

Al mismo tiempo, hay un conjunto de redes sociales que se dañan, a propósito de la historia, cronicidad o crueldad con que se desarrolla esa violencia, y es que para que se concrete un femicidio, previamente se configuró una trama de relaciones que fueron construyéndose para que esa violencia se hiciera posible. Éstas tienen que ver con el silencio, aislamiento y –finalmente– con las formas de control en la vida de otros(as). Mecanismos controladores atravesados –desde luego– por la humillación, manipulación afectiva y de información, es decir bajo la premisa de “si no haces lo que te digo te haré daño a ti o a tus hijos”. Esas historias dañan a la comunidad y se sostienen en el tiempo porque –como tiende a ocurrir– en cada uno(a) de los(as) integrantes de esa red impera, aún, el valor y el principio de la unidad familiar por sobre el bienestar de los(as) integrantes.

Para responder y enfrentar la violencia de género, es muy importante pensar que las reparaciones no son solo psicológicas y que atañen –exclusivamente– a los incumbentes (víctima y agresor), sino que también hay un proceso de restitución y reparación de la propia comunidad. Analizar cómo sus integrantes resultan dañados(as) y desde ahí desarrollar procesos de autoreparación y reconstitución de los lazos rotos. Los(as) testigos, como hijos(as) o parientes, también se vuelven las víctimas indirectas.

Derrocar la concepción patriarcal de las relaciones de poder

Al interior de movimientos feministas, integrados por diversos actores sociales, hay consenso en manifestar que para acabar con la violencia de género es imperioso entender que la violencia contra las mujeres en la sociedad no puede ser transformada sino se asume como sociedad que el fundamento de esa violencia está en la concepción patriarcal de las relaciones de poder entre hombres y mujeres. “Mientras eso no se modifique radicalmente, el basamento que justifica de una u otra manera la violencia contra las mujeres no está cuestionado”, apela Svenska Arensburg.

Para la directora académica, en esta discusión es clave reflexionar acerca del modo en que las mujeres se repiensan a sí mismas; qué significa lo femenino; cómo los mandatos de ser mujer tienen que ser cuestionados y “eso tiene que partir por nosotros(as). Entonces, la manera de dar un paso adelante es que cada uno haga un proceso personal y con los(as) demás de replantearse y reposicionarse en esa relación respecto de lo femenino/masculino y respecto de la violencia sexual”, apela la académica.

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