El Chile que recibirá la segunda visita de un Sumo Pontífice

El Chile que recibirá la segunda visita de un Sumo Pontífice

Esperada por algunos, criticada por otros por su millonario costo, la visita del Papa Francisco a Chile ha despertado múltiples reacciones. Desde el 15 al 18 de enero recorrerá y realizará actividades en las ciudades de Santiago (16), Temuco (17) e Iquique (18) en un contexto sociocultural y una Iglesia Católica muy diferentes a la anterior visita de un Papa en 1987. Su paso por nuestro país despierta expectativas y desafíos para con las comunidades católicas, pero también con la sociedad en general.

Resulta inevitable recordar la visita de Juan Pablo II durante la dictadura militar –entre el 01 y 06 de abril de 1987– un hito que irrumpió radicalmente la vida cotidiana de los(as) chilenos(as). El país se paralizó, con actos multitudinarios cuando estaban prohibidas las concentraciones ciudadanas.

Se trataba de un Chile con una gran cantidad de personas identificadas como católicas, número que ha retrocedido según las encuestas, así como también ha disminuido la importancia o el peso social de la iglesia. “Si antes había un 80 por ciento, aproximadamente, de católicos, hoy dos tercios reconocen profesar dicha religión”, afirma José Isla, académico del Depto. de Antropología.

Según el docente, es necesario hacer una aclaración al respecto pues el cristianismo mantiene sus niveles de adhesión, lo que ha sucedido más bien ha sido un cambio o traspaso de una parte de la población chilena en lo que refiere a la adhesión a la iglesia católica, por una inclinación hacia la iglesia evangélica, postura manifestada principalmente por los sectores sociales más populares.

Un fenómeno que también se explica por razones culturales y políticas, como es la caída de las grandes instituciones y sus discursos dominantes, lo que no implica necesariamente “una desvinculación completa de lo religioso, sino más bien se trata de una transformación en la relación de los sujetos con las instituciones y sus discursos”, argumenta Lorena López, estudiante del Magíster en Antropología Sociocultural.

Por su parte, los propios problemas de la iglesia como los abusos sexuales a niños(as) han remecido en el último tiempo a la ciudadanía, dañando su imagen pública y credibilidad. Chile es uno de los casos a nivel mundial cuyo clero eclesiástico ha cometido delitos de pedofilia, junto a Estados Unidos e Irlanda. Frente a ellos, se ha generado un “ambiente muy dividido dentro de la iglesia y en la sociedad en general”, añade Lorena López.

Un complejo escenario social

Sin duda la visita se desarrollará en un escenario local complejo, “pero esa es la idea también, pues él debiera ser un líder que acompañe –desde la fe– los procesos sociales que están viviendo los propios católicos. En teoría, (los feligreses) no tenemos que estar desafectados de la sociedad ni desconectados de ella”. Asimismo, su venida es desafiante porque en Chile persisten muchos problemas sociales, manifiestos en cada ciudad de su recorrido: “al norte del país, específicamente en Iquique, el problema fuerte es la migración y las condiciones –muchas veces precarias– con las cuales viven extranjeros(as); la visita a Temuco también es conflictiva porque hay una falta de reconocimiento y resolución del conflicto mapuche, de los cuales debe hacerse cargo el Estado”, destaca López.

En la capital se han visibilizado problemas y demandas sociales, cuya ciudadanía ha expresado su descontento con movilizaciones y manifestaciones diversas. Recientemente, el pasado 12 de enero –ad portas de la llegada del Sumo Pontífice– sorprendieron los atentados a cinco iglesias en Santiago y otro en Concepción, con consignas críticas a la visita que el Papa Francisco comenzará este lunes.

Lorena piensa que los ataques podrían ser manifestaciones de desagrado y molestia debido a errores o delitos cometidos y ocultados. No obstante, “lo que no se ve es el trabajo que si hace la iglesia en otros contextos; trabajos en las comunidades, por ejemplo, acompañando situaciones de vulneración de derechos y pobreza extrema. Es doloroso ver que por los delitos cometidos por miembros de la alta cúpula se afecte a comunidades que realizan numerosas labores sociales. Si bien el daño es simbólico, lo que se daña en realidad es a una comunidad de personas”, subraya la estudiante de Postgrado.

La figura y el rol de Francisco

El sello del pontificado de Francisco también marca una distinción muy definida e inusual en este recorrido, cuya ascensión al cargo se produjo tras la renuncia del Papa Benedicto XVI, hecho que no ocurría hace 500 años. Ambos diametralmente distintos: uno muy intelectual, académico y conservador (Joseph Ratzinger), mientras que el otro descuella por ser más cercano a las multitudes, austero, mediático, opinante de temas controversiales y con habilidad para utilizar gestos simbólicos, característica que José Isla la atribuye a su carácter argentino.

“Para nosotros(as) es un poco complejo y nos confunde un poco pero en Argentina es absolutamente normal y comprensible el empleo de simbolismos, un estilo propio del peronismo, y es que él siendo joven participó en movimientos vinculados a dicha corriente política”, explica el académico del Departamento de Antropología de la Universidad de Chile.

Lorena, por su parte, califica su figura de rupturista porque, entre otras razones, instala una mirada desde su conocimiento de los conflictos latinoamericanos en el Vaticano. Posee una postura más frontal y clara ante temas controversiales para la iglesia: “Las mismas reformas que ha planteado, impulsando una revisión sobre la jerarquía del Vaticano, del banco del Vaticano y el divorcio, demuestran un intento de diálogo con los tiempos actuales”, detalla Lorena.

El periodo papal de Francisco ha estado marcado, en parte, por temas que afectan a la curia de la Iglesia: escándalos de abuso sexual e irregularidades en las finanzas vaticanas, entre otros. Al respecto, Isla destaca que la gestión del Sumo Ponítice es ambigua, con planteamientos discursivos pero escasos cambios en la práctica. “Lo que ha habido más bien es un discurso renovador. Sin embargo, su instrumentalización o ejecución en medidas concretas hasta el momento no ha habido”, recalca José Isla.

Su discurso renovador también lo ha llevado a referirse a condiciones estructurales de la institucionalidad eclesiástica, entre ellas el patriarcado. “En los temas en que él parece más compasivo –como el lugar de las mujeres dentro de la iglesia– sigue siendo un tema más discursivo que práctico. Por otro lado, en lo que refiere a la colegialidad también se ha mostrado a favor, esto en medio de una discusión permanente al interior de la Iglesia Católica sobre si la toma de decisiones debiera ser centralizada en torno a la figura del Papa y sus ayudantes o, por el contrario, ser colegiada incorporando la participación de la comunidad católica”, describe el antropólogo.

Cualquier proceso de renovación o transformación al interior del clero es lento y paulatino. Lorena esperaría que la participación de las mujeres dentro de la iglesia fuese repensada y reevaluada desde la perspectiva de igualdad de género. Si bien todavía no ha habido una respuesta favorable a esa situación, es un tema que se ha instalado, destaca: “Pienso que una de las tradiciones más difíciles de romper o cambiar es esta, porque en todas nuestras sociedades el patriarcado sigue instalado como un sistema de dominación fundante, incluso de las identidades nacionales”.

Críticas y expectativas de la visita papal

Diversas comunidades, entre ellas la de Villa Francia a través de su sacerdote Mariano Puga, han criticado la preparación y desarrollo de la visita papal por hacerlo de espaldas al pueblo, sin consultas a los(as) pobres. "Muchos no van a ir y no les interesa tampoco que venga, porque lo único que han oído es que esto va a costar $4.000 millones", señaló el religioso en La Tercera.

Lorena también lamenta esta falta de consideración hacia las comunidades y, con ello, la forma en que se ha organizado administrativamente la visita; esto podría decantar en una falta de diálogo entre el Papa y los pobladores con el fin de conocer de cerca sus realidades, entre ellas la de Osorno. Subraya que tampoco tiene agendadas instancias de encuentro con representantes de movimientos sociales para saber el origen de sus demandas. Es importante, según López, esta conversación o vinculación con el pueblo sin mediación.

A diferencia de la visita de Juan Pablo II que generó un antes y un después en la vida de los chilenos y chilenas, la venida de Francisco parece, en cambio, un evento que se desarrollará de manera paralela a las actividades cotidianas sin efectuar una disrupción inmediata total.

Lorena espera que su paso repercuta en las comunidades cristianas-católicas y que éstas desarrollen, de forma progresiva, una mayor vinculación con la sociedad civil: “Que nos tensione para mirarnos y repensarnos como seguidores de la fe”. José Isla proyecta que el Papa profiera un discurso orientado –además de sus feligreses– a ciertos grupos secularizados o, incluso, anticatólicos. En buena medida, recuerda, es el objetivo de su visita. Sin embargo, ambos concuerdan en que sus reales efectos sólo podrán ser analizados en el mediano y largo plazo.

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