Daniel Contreras, antropólogo:

"La escuela debe ayudar a definir el proyecto de vida, tema del cual mucho se habla pero se hace muy poco"

El sistema escolar chileno analizado desde la Antropología

A los 16 años, Daniel Contreras (48) permaneció un mes en Trapa Trapa, en el Alto Biobío, una zona pehuenche donde vivió una intensa experiencia que marcó su vocación por la historia y, más aún, por las ciencias sociales. Estudió tres años Licenciatura en Historia para luego ingresar a Antropología en la otrora “placa” de la Universidad de Chile que alojaba también las carreras de sociología y psicología.

“Yo estudié en los estertores de la dictadura, después vino toda la transición social pero también al interior de la facultad y universidad, ya que cambió la manera de vinculación entre estudiantes y autoridades, mientras que para los(as) antropólogos(as) fue una época de súbita ampliación del campo laboral”, rememora. En medio de ese complejo escenario, fue delegado de su carrera y presidente del Centro de Estudiantes en 1991.

Egresó en 1993 y se ganó la beca del programa de la Escuela de Planificadores Sociales de SUR Profesionales, Programa de Investigadores Jóvenes, con el proyecto de investigación "Sujeto Juvenil y Espacios Rituales de Identidad, el caso del carrete", tema que más tarde lo ligó a la educación de estudiantes secundarios en Chile.

En 2000 obtuvo su grado de magíster en Antropología y Desarrollo de la Universidad de Chile. Dos años antes comenzó a trabajar en el Programa Liceo Para Todos para la prevención de la deserción escolar en la enseñanza media del Ministerio de Educación, ocupando el cargo de vicecoordinador y luego de Coordinador Nacional, dirigiendo un programa destinado a prevenir la deserción y mejorar los resultados escolares entre el 25% de los liceos que atienden a la población de mayor vulnerabilidad socio educativa del sistema escolar. Desde el 01 de agosto, y por dos años, será el encargado de Educación de UNICEF en Lima.

-¿De qué manera contribuye la antropología en estudios vinculados a la educación?

Yo diría que hay tres niveles distintos que hacen fuerte o poderosa la aproximación antropológica en temas educativos:

Un primer nivel es la propia experiencia escolar en la sala de clases, es decir la cotidianeidad de la vida escolar. En ese nivel, la aproximación antropológica que entrega la etnografía –probablemente– es lo que mejor permite reconocer las representaciones y prácticas que ocurren en la vida cotidiana de la escuela. Esto es muy importante porque, muchas veces cuando se quieren investigar temas educativos, se hace desde perspectivas muy macro o desde la teoría más didáctica sobre cómo se enseñan las materias, lo que está bien pero resulta relevante también contar con el aporte complementario que pueda brindar una mirada más etnográfica de cómo es la vida cotidiana en una escuela.

En un segundo nivel, la aproximación antropológica sirve para establecer políticas educativas que sean pertinentes y consistentes con las características sociales y culturales de los grupos que van a recibir dichas políticas. El ejemplo más claro es la educación intercultural bilingüe, cómo ayuda a potenciarla, a generar un desarrollo de esas comunidades o empoderamiento de las mismas a través del sistema educativo. Eso requiere de una mirada educativa pero que puede ser sensible y pertinente a temas culturales.

Finalmente, en el diseño de políticas educativas -el ámbito donde más he trabajado-, cobra especial importancia cuáles son las ideas de cultura, y, por otro lado, un ejercicio profesional muy propio de los antropólogos es la tendencia casi obsesiva a tratar de hacer aproximaciones integrales no tan fragmentadas, no tan sistémicas son muy importantes a la hora de hacer políticas educativas mejores. Es decir, no solo pensar una política educativa como un instrumento que resuelve un problema sino que qué ocurre con otras dimensiones en la vida de la escuela y en eso me parece que la formación de antropólogo colabora mucho. Hay que destacar que en Chile, el campo de la educación ha sido bastante fértil para el desarrollo de la antropología.

-En 2014, las Naciones Unidas para la Infancia y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) lanzó un estudio del cual usted formó parte titulado "El papel de la Educación en la formación del Bienestar Subjetivo para el Desarrollo Humano. Una revisión al caso chileno". Ud. sostuvo que en Chile "tenemos un sistema escolar que está formando muy poco para la autonomía" sumado a que se le destina gran cantidad de horas a ciertas materias, en desmedro de otras ¿Cuáles son las mayores deficiencias curriculares que tiene a su juicio el sistema escolar chileno?

La pregunta por integralidad de la educación es una interrogante sumamente importante y de difícil respuesta. Es efectivamente importante porque lo que está ocurriendo es que la experiencia escolar en Chile se ha ido reduciendo o concentrando en una formación muy desequilibrada donde la “buena educación” es aquella que forma en un conjunto restringido de conocimientos, principalmente la comunicación escrita o las matemáticas. Pero ni siquiera la lectoescritura en un sentido amplio porque tiene muy poca oralidad, por ejemplo, y en matemáticas básicamente aritmética y una leve formación en ciencias.

Se forma poco en ciencias sociales, más bien tenemos una aproximación memorística a la historia, cuyo cuerpo duro del conocimiento ya es restrictivo. Tenemos un déficit en la formación deportiva, artística y ciudadana, preocupación por el medioambiente y de la cultura digital son temas que la gente conoce pero que no fueron aprendidos en la escuela.

La educación debiera servir para, al menos, tres cosas: contribución al desarrollo material de su país, contribución como ciudadano a la construcción de su comunidad y tercero que la educación incite al desarrollo de una relativa autonomía y ser lo que se quisiera ser, pese a que nadie es completamente autónomo.

-¿Cómo lograr ese equilibrio formativo que permita una educación más integral desde la infancia en niños y niñas?

Probablemente, hay muchas cosas que hacer pero quisiera destacar cuatro:

La primera tiene relación con reequilibrar lo que se enseña y hacer una buena discusión nacional sobre currículum y qué se enseña. En este caso, es más complejo que cambiar una malla curricular ya que no es positivo cambiarla tan seguido. Hay que centrar con fuerza una política que priorice la formación ciudadana, al menos, en dos sentidos: por una parte que se enseñen cuestiones que tienen que ver con ciudadanía y no solo saber cuál es la diferencia entre el poder ejecutivo, legislativo y judicial, sino que permita comprender con mucha mayor densidad –en términos de conocimiento– temas como la representatividad, los derechos, etc.

Por otro lado, en esta misma segunda recomendación que la experiencia escolar sea una que forme en los derechos, es decir que las escuelas Se constituyan como espacios donde la participación de los(as) estudiantes se valore y tenga incidencia. Nosotros(as) estamos insertos(as) en una paradoja, especialmente en los liceos más que en las universidades, ya que las organizaciones de estudiantes secundarios han cambiado –al menos– dos veces el curso de la agenda política en 2006 y 2011. Sin embargo, los estudiantes secundarios al interior de sus establecimientos solo deciden ante las actividades para la fiesta del colegio, en el cambio de fecha de una prueba, es decir se trata de una experiencia escolar todavía muy infantilizada.

En un tercer nivel, se destaca un tema que es complejo y más bien abstracto y es la autonomía. Los(as) niños(as) y jóvenes desde temprana edad no aprenden a tomar decisiones significativas. La primera decisión significativa es escoger qué carrera estudiar después del colegio, que se presenta como una elección vital.

Hay dos decisiones típicas durante la enseñanza media. Una de ellas es estudiar en un liceo técnico o científico-humanista, pero esta decisión no recae en los(as) jóvenes realmente porque los liceos técnicos son escogidos por sus padres. Luego, hay colegios donde hay que escoger entre los ramos, decisión que recién ocurre en segundo medio, pero en la vida escolar en general hay muy poco espacio para aprender a decidir de manera autónoma.

Por último, para una educación más integral, tras el estudio que citaste de la PNUD nos dimos cuenta que uno de los temas más demandados, tanto por los(as) expertos que entrevistamos como por los encargados(as) de colegios, es que la escuela debe ayudar a definir el proyecto de vida, tema del cual mucho se habla pero se hace muy poco.

Cómo fomentar experiencias escolares que efectivamente busquen o inciten a las personas a construir o diseñar un cierto camino a seguir, los colegios trabajan un poco este tema pero no de la mejor manera. Se hacen escasos cuestionarios vocacionales muy tardíos casi al término de la enseñanza media.

-En este sentido, ¿los profesores debieran adquirir mayor relevancia en la guía de los(as) estudiantes?

Sí, los profesores jefes en los cursos inferiores tienen que ser centrales, para que los niños tengan una cierta idea. y luego los orientadores cuando son más grandes. Tener un proyecto de vida no es algo que asegure alcanzarlo pero ayuda a realizar un mejor tránsito hacia él, que tiene que ver con lo vocacional pero no solo con eso sino que con lo que quiero hacer en la vida, con quién quiero estar, qué cosas me gustan, entre otros dilemas.

Por otro lado, siempre el vínculo con la familia es clave para la experiencia educativa, una aproximación que debiera realizarse cuando los(as) niños(as) son pequeños(as), distinto a cuando son grandes.

En Chile, por lo general, estamos insertos en una cultura “mamona”, no obstante, tiende a ocurrir que los(as) jóvenes no quieren hablar con la familia para evitar que intervengan en la decisión. Por otro lado, el modo en que la familia se vincula a la escuela funciona de manera relativamente bien en la educación básica inicial, no muy bien en la enseñanza básica y para nada bien en la educación media, ya que la escuela tiende a repetir el modelo de vinculación con los(as) apoderados(as) desde la infancia hasta la adolescencia.

Próximamente, el 14 de agosto, se cumplen 25 años de la ratificación de la Convención de los Derechos del Niño en Chile. En este contexto, los derechos que en Chile tenemos garantizados son principalmente en supervivencia como salud ya que hay bajísimos niveles de mortalidad infantil. Pero, si uno piensa en los derechos asociados a reconocimiento o identidad son los que más faltan en Chile. Por ejemplo, el derecho a una identidad sexual que probablemente es el más visible no está garantizado, y hay otros que son mucho menos visibles como qué hacer en su vida, eso es algo que tanto la familia como la escuela deben aprender.

Chile sigue teniendo una escuela muy tradicional, autoritaria, que infantiliza. Basta con visitar un liceo donde los y las estudiantes viven una eterna “guerra” o “adultocentrismo” y un no reconocimiento hacia sus derechos y sobre su capacidad de crear; en eso tenemos un importante camino por recorrer.

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