Naturaleza y cultura, una frontera histórica que ha dañado al planeta

Naturaleza y cultura, una frontera histórica que ha dañado al planeta

Debido a la mala calidad del aire y la escasez de lluvias en Santiago, la Intendencia Metropolitana decretó para este lunes la primera emergencia ambiental, además de las cinco anteriores y consecutivas pre-emergencias. El aire es un elemento del planeta que, a pesar de que es esencial para la vida, se le considera un gran basurero donde se depositan muchos de los desechos de la actividad diaria, lo que comúnmente se denominan “emisiones”. En otros rincones del mundo, en tanto, se ha perdido parte de la rica biodiversidad marítima y terrestre, el agua es un bien escaso y los desechos industriales han transformado el entorno.

A lo largo de su historia, los seres humanos han construido paisajes, es decir una interpretación de su hábitat, una instalación de hitos y señales que hablan del profundo conocimiento de los ciclos de las lluvias, plantas, peces y de todas las especies con las que convivían a diario de manera estratégica.

Por ejemplo, las poblaciones de cazadores recolectores vivían muy conectadas con elementos como el agua, un recurso básico para su existencia. Junto con conocer su ambiente, fueron recolectando y cazando, al mismo tiempo que construyeron imaginarios. Más tarde, “la mayoría de los seres humanos optaron por una economía agraria, ampliaron más esos modos de ver el mundo y esa forma de relacionarse con la naturaleza”, comenta la antropóloga, Prof. Victoria Castro.

En tiempos en que no había una gran expansión demográfica, se desarrollaba un “equilibrio” con la naturaleza, transformándose en un “todo” donde los seres humanos eran parte de ella y no veían en ella un recurso explotable como lo entendemos hoy día. Sin embargo, desde el cristianismo comienza una ruptura entre los seres humanos y el ecosistema. “Esa escisión surge con el en el siglo XIII después de Cristo, a partir de la idea de que el ser humano está por sobre los otros seres vivos y, por tanto, estos están al servicio de este ser humano”, explica la académica del Departamento de Antropología.

La mirada de los pueblos originarios frente a la naturaleza

Una relación totalmente distinta mantienen las comunidades indígenas con el mundo natural, sin entenderlo de manera escindida de la cultura, es decir no se reproduce el modelo cartesiano donde la cultura domina a la naturaleza.

“Para los aymara, mapuche o, en general, para los andinos, el cerro es tan importante porque tiene minerales -en tanto recursos económico- como porque provee el agua, por lo que siempre están buscando maneras de conservarlos, y muchas veces tienen lugares importantes en la estructura social de las comunidades lo que se refrenda a través de prácticas rituales. Es la sociedad occidental la que ha marcado fuertemente esa división, y eso ha sido perverso porque al ser más importante el ser humano que los otros, éste ha incurrido en conductas tremendamente nocivas”, comenta Castro.

Nuestras sociedades debieran “reconocer que ahí existe una forma de vida social ligada al mundo natural, que es totalmente distinta a la que hemos construido nosotros. Se trata de una relación distinta, respetuosa, armónica, asociada a otra comprensión de ese mundo y al ser humano de una manera mucho menos central”, comenta el Prof. Jorge Razeto.

La humanidad versus lo que no es humano

Bajo una perspectiva mayoritaria de superioridad, a partir de la ilustración se estableció y se extendió un modelo cultural que separó la cultura de la naturaleza, lo que ha servido de base para que en occidente se hayan desarrollado acciones destructivas en el ambiente natural, pues el fin último de la “cultura” es dominar a la primera, a partir de los modelos de extracción que se empezaron a plasmar. Sus efectos son –en su mayoría– irreversibles, afectando a los mares, la tierra y el aire cotidianamente, “es cosa de ver el cielo hoy” indica la antropóloga mirando hacia la ventana de su oficina.

Por otra parte, según el profesor Razeto, en el centro del debate debiera plantearse como principal preocupación los privilegios asociados a las prácticas extractivas por parte de empresas privadas. “La extracción de agua es un buen ejemplo, ya que parte de las empresas mineras o agroindustriales o sistemas de producción energética producen un deterioro sustantivo del planeta. Hoy, se habla de una producción sustentable pero lo único que hay es una sustentabilidad de la propia actividad porque a la larga es absolutamente insostenible. Es decir, no hay prácticas extractivas que aseguren su futuro eternamente, por el contrario, todas intentan y tienen plazos muy acotados para explotar”, asevera.

Las prácticas extractivas que están sometidas al Sistema de Impacto Ambiental cuando destruyen el medio natural deben pagar compensaciones ambientales. Un ejemplo es la plantación de árboles nativos. Sin embargo, pasados los cinco años y ya cumplida la medida, la empresa se olvidó del terreno y de su forestación.

“Normalmente, esas plantaciones que se realizan en lugares poco habituados o aptos para su reproducción y la mayor parte de esos árboles se secarán, por tanto, la compensación fue absolutamente irresponsable pero con el acuerdo y aprobación del sistema que controla, Sabiendo ambos que eso no es sostenible en el tiempo”, añade el investigador. Además, las empresas cuando ingresan al Sistema de Impacto Ambiental deben aplicar un plan de contingencia que contempla una etapa de implementación y una de producción hasta su abandono. Sin embargo, según Razeto, “lo que ahí queda como agente de alteración de ese lugar seguirá operando en las próximas décadas”.

Una nueva forma de relacionarnos con el medio en Chile: el reciclaje

Mientras las prácticas extractivas continúan, el Prof. Claudio Cerda, Coordinador del área de docencia del Núcleo Sociedad y Medio Ambiente (SOMA) señala que el crecimiento de la población también ha contribuido a “arinconar”, y poner “contra la pared” la realidad medioambiental.

Para generar cambios en esta materia se vuelve necesaria, a su juicio, la concientización en torno al reciclaje. Al respecto, a nivel parlamentario se encuentra en discusión la Ley REP (Responsabilidad Extendida del Productor), y es que actualmente a las fuentes de contaminación no se les exige cumplir con acciones sistemáticas que se hagan cargo de los desechos después del proceso productivo.

El proyecto de ley considera la creación de tres nuevos instrumentos de gestión ambiental: la certificación, rotulación y etiquetado de productos, los sistemas de depósito y reembolso y la responsabilidad extendida del productor. Para el académico del Departamento de Antropología, esta normativa obligará a tomar decisiones gubernamentales en cuanto al reciclaje y si esta actividad recaerá en agentes públicos o privados.

Si quien se responsabiliza de este proceso es la empresa privada, entonces “habrán actores que pedirán a los vecinos de la comuna que desarrollen la actividad fundamental, clave y primaria del reciclaje que es separar. De no hacerlo, no hay reciclaje. Al momento en que vas a disponer de los residuos, debes separar seco de húmedo como, por ejemplo, lechugas de papeles.

Además, la compañía procesará industrialmente los residuos generando ganancias propias, tal es el caso del aluminio que tras procesarse se obtienen lingotes o tortas de aluminio, vendibles en el mercado internacional.

La otra alternativa es que de este proceso se encargue un agente público, ya sea el municipio o un conjunto de de municipios. “Para eso debe(n) tener la capacidad de acopiar y de procesar, de modo tal que la pregunta central es si podemos generar las capacidades, considerando que en algún momento la gente se dará cuenta de que lo que está botando no es basura sino que un insumo para una industria”. Discusión que abre el proyecto de ley que espera ser aprobado este año.

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