Entrevista Profesor Titular Departamento de Psicología

Prof. Roberto Aceituno: "El rol de las Ciencias Sociales en el debate público es muy relevante"

"El rol de las Cs. Sociales en el debate público es muy relevante"

En marzo del 2014 el profesor del Departamento de Psicología, Roberto Aceituno - Psicólogo de la Universidad de Chile y doctor en Psicopatología y Psicoanálisis de la Universidad de París VII Denis Diderot- asumió como Coordinador del Doctorado en Psicología de nuestro Departamento y adquirió la jerarquía de Profesor Titular, reconocimiento que valora su trayectoria al interior de la Universidad de Chile.

El prof. Aceituno dirige el Laboratorio Transdisciplinar en Prácticas Sociales y Subjetividad, LAPSOS,  instancia que reúne a una serie de profesores de diversas carreras y facultades de la Universidad de Chile, rescatando el valor del trabajo académico multidisciplinar para el estudio del malestar, la subjetividad y la vida cotidiana en Chile.

¿Qué significa para usted el paso a Profesor Titular?

El paso a Profesor Titular es un reconocimiento a la trayectoria de un académico y en ese sentido es muy importante para mí, porque lo que se valora es precisamente una trayectoria de muchos años en el mundo universitario y que además valora la docencia, la investigación, la extensión, las publicaciones, los vínculos internacionales, etc.  Hay otra razón de por qué es muy importante para mí, y también para la comunidad académica del Departamento de Psicología,  porque es un paso a Profesor Titular de la Carrera Docente. Con ello se da valor al trabajo docente y a la formación profesional, además de los criterios que se aplican en la Carrera Ordinaria, como la investigación, las publicaciones, los vínculos internacionales.

A la par de éste paso a Profesor Titular, usted es ahora el Coordinador del Doctorado en Psicología. ¿Cuáles son los principales desafíos que ve respecto al Doctorado?

Hay varios desafíos que enfrentar. Uno es completar un proceso de rediseño curricular  del Doctorado para integrar a los estudiantes a equipos y programas de investigación que ya existen. Ese es un proceso que, si se logra realizar en los términos en que los estamos pensando, va a ser muy bueno tanto para los estudiantes como para el Programa en su conjunto. Otro desafío,  que le corresponde asumir al comité académico y al claustro que es enfrentar el tema de la acreditación, porque los criterios con los que se está evaluando los procesos de formación de posgrado en psicología, particularmente, son criterios parciales que no siempre están a la altura de la complejidad de los procesos formativos que llevamos a cabo. Entonces es necesario enfrentar el desafío y la oportunidad, a nivel de la Facultad, de la Universidad y de las instancias acreditadoras,  para lograr que los criterios de evaluación de los programas sean más amplios, más diversos, que reconozcan las especificidades de los programas en Psicología y del lugar que tienen en las Ciencias Sociales. 

¿Cómo deberían ser esos criterios para las Ciencias Sociales?

Pensar la Psicología en el contexto de las Ciencias Sociales no es evidente y yo creo que hay que reforzar esa tarea. Pensar la Psicología en el contexto de esta Facultad no solo es un aporte para las otras disciplinas, sino que es un aporte para la propia Psicología. Cada vez más los procesos de investigación y de formación en Psicología se están dando en su relación con otras disciplinas. Yo dirijo varios proyectos interdisciplinarios de investigación: el proyecto Ecos sobre exclusión psicosocial, el proyecto Lapsos sobre malestar en Chile, un proyecto de Núcleo Milenio en curso sobre mediaciones institucionales y subjetividad juvenil;  y en todos ellos ha sido muy importante la relación de los psicólogos con otros profesionales e investigadores de otros campos disciplinarios. Ese cruce de disciplinas es muy estimulante para el desarrollo de los programas específicos en Psicología.  Ahora, ¿Cuáles debieran ser a mi juicio los criterios que en el contexto de las Ciencias Sociales debieran utilizar para evaluar los programas? Yo pienso que deberían considerarse el programa en su conjunto, es decir, cómo globalmente –con sus actividades de docencia, de investigación, de vinculación con el medio- el programa resuelve los distintos objetivos de formación, de docencia, de tesis, de publicaciones que se plantean; y no evaluarlo en función solamente de indicadores específicos, que a lo mejor son muy pertinentes para un tipo de investigación en ciencias llamadas “duras”,  pero que para otro tipo de investigación –aplicada, por ejemplo- son claramente insuficientes. En ese sentido creo que lo que hay que hacer es ampliar los criterios de evaluación más próximos a los criterios que se usan para otras disciplinas de las Ciencias Sociales y de las Humanidades, donde – por ejemplo- se valorizan los libros, los estudios de impacto en políticas públicas y los proyecto de investigación que no necesariamente reciben fondos del Conicyt, pero que tienen financiamiento alternativo, así como aquellos que provienen del trabajo cotidiano de equipos y académicos.

¿Y ese cambio de criterios desde dónde tendría que venir?

Ese es el problema. Hasta aquí hemos hablado del diagnóstico y el tema es cómo solucionarlo. La solución pasa, a mi entender,  por decisiones políticas que tienen que darse a nivel de Facultad y de la Universidad, en un diálogo crítico pero también productivo con otras instancias científicas, ministeriales, de acreditación, etc.. Por eso es tan importante que este asunto sea planteado ante los candidatos a rectores, a nivel de la educación superior y las instituciones científicas en Chile. Yo creo que la Universidad, el Ministerio de Educación y Conicyt tienen que establecer una relación con las instancias acreditadoras donde estos temas se transmitan y provengan de los propios académicos -que somos los que hacemos la pega finalmente. Y eso no está ocurriendo. Entonces hay una especie de divorcio entre lo que pasa por un lado a nivel de la Comisión Nacional de Acreditación y Conicyt, y por otro lado, las direcciones de postgrado de las universidades y luego la dirección de postgrado de las facultades y luego los programas. Todo eso está muy poco integrado.

El grupo Lapsos tiene una configuración multidisciplinar ¿Cómo evalúa usted esa experiencia que han desarrollado como equipo?

Ha sido una experiencia muy estimulante para los académicos del Departamento de Psicología que estamos en este proyecto, pero también para académicos de otras facultades que han visto junto con nosotros la importancia de tener estrategias metodológicas innovadoras que alimenten a todas las disciplinas en un trabajo en común. Ha sido muy estimulante poder trabajar en dispositivos de investigación y de intervención mucho más diversos –esto está en relación a lo que decía antes sobre los criterios de evaluación. Por ejemplo, hemos publicado libros, realizado seminarios internacionales, hemos producido material que ha tenido una distribución masiva a través de diarios – con el inserto en el diario El Desconcierto, por ejemplo-, estamos preparando dos muestras de artes, una en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile  y otra en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC). Ha sido un trabajo muy productivo y que ha tenido como resultado la obtención de un proyecto ECOS-CONICYT que es un proyecto de intercambio con universidades francesas, además de posicionar el trabajo interdisciplinar en cuestiones de interés público.  Entonces Lapsos ha sido una plataforma de producción muy relevante y lo más interesante es que nos ha permitido ponernos en diálogo y en trabajo conjunto con académicos de otras disciplinas. Crear comunidad académica y cultural.

¿Cómo ve usted el trabajo multidisciplinar en la Universidad de Chile?

Yo creo que no es suficiente, no sólo en la Universidad sino que es insuficiente en la Facultad de Ciencias Sociales. Efectivamente, aquí hay experiencias de trabajo multidisciplinar muy relevante como el Centro CIVDES, y entiendo que hay un proyecto Anillo con las mismas características en Sociología con jóvenes, es decir, hay una serie de experiencias con ese carácter.  Pero creo que no está del todo institucionalizado, en el sentido en que no hay  espacios físicos- por ejemplo- para que los laboratorios interdisciplinarios tengan dónde reunirse, conocer de esas experiencias en actividades inter-departamentales, etc. Entonces falta una voluntad de política académica que fomente la interdisciplinariedad sin pretender que eso anule las especificidades de cada disciplina. Hay que valorizar lo que hacemos. Y hacer más.

Respecto al énfasis que el grupo Lapsos ha dado a la vinculación con los espacios públicos de modo de transmitir el conocimiento académico en los medios de comunicación ¿Cómo ve usted esa necesidad?

Esa es una buena pregunta, porque es una necesidad que la Facultad y la Universidad debe asumir con más organización y claridad. Porque sobre todo en este período de transformaciones en educación, en políticas públicas, en salud, el rol de las Ciencias Sociales en el debate público es muy relevante y eso no lo hemos desarrollado suficientemente. Por eso a nosotros en Lapsos –pero no sólo a nosotros- nos importa mucho, no solo mantenernos en el ámbito interno de la investigación, sino que buscar espacios de investigación e intervención que tengan relevancia pública. Ese es un desafío especialmente para la Facultad de Ciencias Sociales, pero en el contexto de fortalecimiento de la Universidad de Chile como entidad pública y generadora de conocimiento.

La experiencia del coloquio “Golpe” fue muy interesante porque logró visibilizar el trabajo multidisciplinario que vienen haciendo desde Lapsos. ¿Cómo evalúa usted esa experiencia y la necesidad de seguir desarrollando ese tipo de espacios?

El Coloquio, para el equipo organizador y para mí por supuesto, fue una experiencia muy valiosa. Primero, porque era una fecha muy significativa para distintas generaciones que vivimos el Golpe y la dictadura; y en segundo lugar, fue muy importante porque tuvo una asistencia muy masiva donde participaron más de 500 personas durante tres días de debate y discusión diversa. Además, fue muy interesante porque fue un proyecto interdisciplinario, que permitió ver desde distintas perspectivas el tema de los 40 años del Golpe, en un diálogo con el arte, con la literatura, con las ciencias sociales, con la política, etc. Fue una oportunidad de poner en relación la academia con la política, con la política en relación a la cultura. Para mí fue importante porque fue un espacio que permitió gestos, como que la gente que asistía al coloquio tomara la palabra, ya que no habían tenido probablemente por muchos años la posibilidad ni el espacio para pronunciarse públicamente.  Fue una experiencia muy bonita, que además se va a traducir en la publicación de un segundo volumen del libro “Golpe”, que se editará probablemente a mediados de este año y que reunirá las ponencias del coloquio junto a un material gráfico respecto a la serie de eventos que ocurrieron en esa fecha por la conmemoración de los 40 años del golpe de Estado.  Fue una experiencia muy estimulante, porque es parte de una política de la memoria que siempre hace falta. Y en eso tenemos mucho que decir. Y actuar.

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