Reflexiones sobre la Contingencia Actual desde las Ciencias Sociales

La última oportunidad de la Universidad (ya lo decía Valentín Leterier hace más de 100 años)

La última oportunidad de la Universidad, ya lo decía Valentín Leterier

Un primer acuerdo y quizás el único, es que algo muy especial y no del todo comprensible, sucedió en Santiago de Chile aquel viernes 18 de octubre. Un día que dejó una primera marca desde la cual luego se generarían los movimientos que ahora presenciamos y participamos. Aquel especial viernes 18 de octubre, donde algunos estaban iniciando a dar la vida por Chile, mientras otros no eran conscientes, todavía, de casi nada. Hay tanto ya que se ha dicho respecto de este movimiento crítico social y aun así todavía tantos elementos que no se han incluido en el análisis, justamente eso es lo que hace que todavía queramos escribir y tratar de leer acerca de lo que estamos viviendo.

Evidentemente ante una situación medianamente impredecible, nuestra subjetividad empuja a que tomemos atención por el enfoque desde el cual se miran las cosas. Es notable el cuestionamiento a los medios de comunicación masivos en los últimos días, así como también es notorio la excesiva confianza a la veracidad o funcionalidad de las redes sociales (aun siendo también un medio de comunicación masivo, particularmente en Chile). El punto es que hay un foco en ciertas cuestiones: derechos, participación, equidad, regulación; así como una falta de foco en otras: singularidad, relación, lealtad, pertenencia. De cualquier manera, todas son de carácter social y ahí es que entra en juego la Universidad de Chile y particularmente la Facultad de Ciencias Sociales

Entre un mar de declaraciones, se anuncia aquí: esta es la última oportunidad que tiene la Universidad de Chile –en tanto universidad nacional- y, particularmente, la Facultad de Ciencias Sociales, de comprender el contexto en el que se encuentra y la contingencia que se está experimentando, de manera tal de ofrecerse a la ciudadanía y revisar la propia casa de manera también profunda (igual como se exige al modelo chileno) su modo de operar, su producción y su identidad.

La excesiva atención a los procesos internos de regulación, la actitud observante frente al mercado que tenemos aun siendo la universidad nacional y la terrible adscripción/sumisión que tuvimos frente a la propuesta de innovación educativa y social que tiene el Proyecto Tunig Latinoamérica (la traducción del proceso de Bologna desde Europa a Latinoamérica), provocaron un alejamiento del verdadero rol de la universidad de Chile con su propio país. Propongo para argumentar aún más el punto, hacer el ejercicio de revisar breves reseñas de Valentín Leterier, pensador extraordinario de la educación, quien fuera Rector de la Universidad de Chile en el corto periodo entre 1906-1911, reconociendo su todavía vigencia en términos de ideas, así como la nostalgia de todo lo que hemos perdido. En todo caso, se trata de un ejercicio que bien podríamos hacer con otros connotados, como el propio Andrés Bello, o bien con Juvenal Hernández, Juan Gómez Millas o incluso con las ideas de nuestro actual Rector.

El punto es que este ejercicio nos llevara a la constatación de que somos sin duda la principal universidad en Chile, pero somos también una triste reproducción de nuestro país: ¿Acaso podemos negar que somos también una reproducción de lo que se ve en el país? Lejos de ser La entidad que piensa a Chile, en cierto sentido somos más bien un minimi de Chile y, muy lamentablemente, en nuestras aulas se alojan las mismas injusticias que estamos criticando y haciendo notar ¿Acaso podemos negar que en nuestra universidad de chile no hay desigualdad y mantención de aquella desigualdad? (o es necesario hacer la ya clásica comparación entre las facultades, sus administraciones fragmentadas, costos, sueldos de los académicos, jerarquías, etc.); ¿Acaso podemos negar que hay explotación laboral? (con la marcada precarización en el trabajo sobre todo de los no académicos, de la cual no quisiéramos ser parte); ¿Acaso podemos negar que de un tiempo a esta parte tiende a aumentar el individualismo, la excesiva competitividad, la falta de confianza entre el estudiantado y el cuerpo docente, y por consecuencia una muy disminuida sensación de comunidad universitaria? ¿Podemos, sobre todo después del movimiento feminista recién vivido, sostener con toda propiedad aquí no se viven vulneración a los derechos en términos de abusos y maltratos? Mejor dejemos por sentado el punto, somos una reproducción de Chile y veamos qué decía Leterier al respecto .

“Es, señores, política tradicional que honra a la república chilena la cariñosa atención que siempre se prestó por los gobiernos de todos los partidos a las instituciones de la educación popular; y esto, no con el banal intento de formar doctores, gramáticos y académicos (…) con el nobilísimo intento de formar buenos ciudadanos, esto es, ciudadano capaces de cooperar a los fines sociales del Estado y de la política”. Ciudadanos capaces de cooperar a los fines del Estado y la política, justamente hoy que el Estado está en un cuestionamiento brutal y que la política –en tanto accionar político parlamentario- no da el ancho, es la Universidad una de las varias entidades que está siendo llamada a responder por, con, a la ciudadanía.

“En particular, nuestra universidad adolece de graves deficiencias que en gran parte la inhabilitan para cumplir su elevada misión. Para no mencionar más que las capitales, sin hablar ahora del empirismo general de su enseñanza, es sabido que las más nobles de sus facultades, la llamada a ser el verdadero seminario del profesorado secundario y a servir en este carácter de lazo de relación entre el instituto superior que crea la ciencia y los institutos secundarios que la difunden, la facultad de filosofía y de humanidades, no existe sino en el papel y en el nombre”. Teníamos hace más de 100 años estas deficiencias y las seguimos teniendo, la ciencia que está en el nombre de nuestra y de, supuestamente, toda universidad, no está más al servicio de la sociedad, sino que del mercado.

Leterier al respecto tenía ya una idea acerca de la universidad y el despliegue de la ciencia fuera de las aulas y nacientes laboratorios de la universidad, a través precisamente de lo que se inicia a conocer como extensión universitaria: “Declaro por último señor Rector que para tener al día al personal docente y a ciertos gremios de profesionales, propondría la organización de los cursos de repetición con el carácter de permanentes; que para ensanchar la enseñanza propondría, cuando hubiese recursos, la institución de nuevas cátedras; que para difundir los conocimientos, propondría la organización a firme de la llamada extensión universitaria”.

Quizás el mayor reconocimiento que tenga Valentín Leterier y que hoy vale la pena recordarlo, es que fue en su corto mandato, quien, contrariando a una serie de procesos, de procedimientos y de personas que no lo apoyaban en sus instrucciones, dio pie a la fundación de la Federación de estudiantes (en aquel entonces entendida como un club de estudiantes), generando las condiciones jurídicas para su nacimiento, pero también un espacio físico concreto. Sus detractores veían en ello el peligro de la insurrección que hoy está tan valorada: “Se necesita indispensablemente, decía, que la juventud educanda deje de considerar las aulas universitarias como simples estaciones, donde el tren de la vida sólo se detiene breve tiempo y a donde el viajero nunca vuelve (…) no puede haber sin estudiantes y, por consiguiente, los estudiantes son parte tan integrante de la Chile como los mismos profesores. Más aún: creo no equivocarme al decir que las universidades no se fundan para el profesorado sino para la juventud educanda; y que si hay un derecho claro, generalmente reconocido y esencialmente indiscutible, es el derecho de los estudiantes a utilizar todas sus instalaciones y elementos, y a considerar la casa universitaria como casa propia”. Esta es la última gran oportunidad que tenemos: La actual crisis de pertenencia requiere una renovación de las sedes, una apertura de los campus y prestar la universidad.

No estamos en condiciones de liderar ningún proceso, está demostrado que la organización ciudadana tiene hoy mucho más fuerza que la universidad y que lo oportuno está en acompañar el movimiento, aportando profesionalidad y capacidad reflexiva (o al menos sólo el espacio). Es la posibilidad que tenemos para re pensar el país y de paso nuestra propia casa como universidad nacional, quizás en la pretensión de algún día volver a ser la entidad que piensa a Chile.
Es la Universidad en cuanto establecimiento de formación de ciudadanos para una sociedad y, en ello, particularmente la Universidad de Chile, la entidad que está siendo llamada a responder por, con, a la ciudadanía. Valentín Leterier coincide en palabras con Leonardo da Vinci y varios otros que sostienen que el Estado está para hacerse cargo (cura) de almas y corazones: “Las tradiciones invariables de la política chilena, no menos que los dictados de la sana filosofía, nos enseñan que el Estado también tiene cura de almas y corazones, como quiera que su misión más elevada no es la de atender a la conservación del orden actual o material, sino de la de atender al desenvolvimiento del orden eterno o moral”

Puede que no pase nada, ese debiera ser nuestro único miedo.

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(1) Las tres siguientes citas que a continuación se presentan corresponden a Letelier, V. (1888). El estado y la educación nacional: Discurso del profesor don Valentín Letelier, pronunciado en la distribución de premios a los alumnos de la Universidad i del Instituto Nacional, la cual tuvo lugar el 17 de setiembre presidida por S. E. el Presidente de la República. Disponible en http://repositorio.uchile.cl/handle/2250/124495.

(2) Las siguientes dos citas son de Galdames, Luis, 1881-1941. Las peripecias de una elección. Disponible en Memoria Chilena, Biblioteca Nacional de Chile http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-121400.html . Accedido en 27/10/2019.

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