La delincuencia en Chile debe ser entendida como un fenómeno social arraigado en las condiciones socio-culturales de exclusión y desigualdad

La delincuencia en Chile debe ser entendida como un fenómeno social

En las últimas semanas, medios de comunicación han cubierto ciertos casos de asaltos violentos, principalmente a personas reconocidas en el deporte o política, incluido el volante de la Selección chilena, Marcelo Díaz, quien declaró públicamente “los delincuentes se tomaron el país”. También se han desarrollado numerosos cacerolazos en el sector oriente de la capital a modo de protesta. Sin embargo, según académicos(as) de la Facultad de Ciencias Sociales, estas situaciones reflejan un fenómeno social complejo que despierta una preocupación transversal desde inicios de la década de 1990.

Tras la dictadura, la delincuencia se convierte en un problema que ha tensionado a los gobiernos, los partidos políticos, la ciudadanía y a los órganos públicos involucrados, como las policías, los tribunales y la defensoría, entre otros. Años de políticas y medidas para frenar “la delincuencia”, también han contribuido a articular una interpretación sobre el funcionamiento de las instituciones, la exclusión y la desigualdad social.

A juicio del Prof. del Departamento de Sociología, Iván Pincheira, los discursos hegemónicos se basan en dos cualidades principales: la primera de ellas guarda relación con el carácter conservador de la represión y el perfeccionamiento de la persecución penal de actos delictivos. “Aquí se destaca la lógica de la “mano dura”, la aspiración de poner fin a la puerta giratoria y mecanismos de persecución penal, entonces tenemos la acción del Ejecutivo que envía leyes al Legislativo, donde se discuten leyes cada vez más severas”, comenta.

Además, se han implementado medidas de tipo neoliberal que buscan responsabilizar a la propia ciudadanía o a la víctima y que entienden al delito como un problema individual del sujeto delincuente que decide delinquir. “De este modo, el Estado debe encausar una acción individualizadora de prevención para que el sujeto se haga responsable y así se piensa que se desactivaría la acción criminal”, afirma Pincheira.

Estas visiones en torno a la delincuencia han traído consecuencias negativas como la sobrepoblación en recintos carcelarios, “una lógica estatal que no está pensada para la rehabilitación o reinserción –objetivos propios de los Estados de bienestar que intentaban garantizar derechos– sino que para sacar de circulación al delincuente o tipificado de “amenaza social””, apela. En este sentido, este tipo de tratamiento ha impulsado la exclusión social, la desconfianza, la represión y violencia.

El concepto de delincuencia y sus múltiples variables de análisis

Robo, hurto o asalto son sinónimos empleados frecuentemente para definir la delincuencia, una conceptualización que deja de lado otros actos delictuales de gravedad como los delitos sexuales, asesinatos, fraudes y estafas, por mencionar algunos.

No obstante, en el inconsciente colectivo, “tendemos a referirnos a hablar de delincuencia cuando se tratan de delitos de robo en un contexto de violación a la morada o propiedad privada”, señala Svenska Arensburg, académica del Departamento de Piscología. “Esta retórica de la delincuencia de los robos violentos, por ejemplo, que ha sido la más estudiada por los criminólogos chilenos en los 90 lo que hace es reactivar la cultura o retórica del miedo en nuestro país”, sentencia.

Loic Wacquant, criminólogo estadounidense que vino a Chile el año pasado, propone un análisis para entender la complejidad de la así entendida delincuencia. Asaltos y robos deben ser estudiados como efectos de otros múltiples fenómenos sociales por los cuales esas personas han pasado.

A través de sus estudios concluye que el contexto o condiciones de vida marcadas por la segregación están cruzadas con formas de criminalización muy severas con padres o familiares de niños(as) que crecen solos(as), por tanto, explica Arensburg basándose en el trabajo del criminologo, “con una relación al mundo de la integración, escolar y del trabajo prácticamente inexistente”. Es decir, hay múltiples factores y variables necesarias de analizar sobre este tipo de delincuencia.

Desde la subjetividad, “la delincuencia muestra las fracturas, los elementos que están irreconciliables o generan contradicción en nuestra sociedad que tienen que ver con qué elementos nos enlazan a la sociedad. La persona delinque porque no se siente conectado a la sociedad, porque cometer un delito es justamente ir en contra de las normas o patrones acordados para vivir en común”, explica.

Los otros delitos

Frente a las recientes denuncias de asalto y robo con violencia, el docente del Departamento de Sociología, Iván Pincheira, señala que lo que ha ocurrido es una reedición de un fenómeno recurrente durante el periodo de la postdictadura. Un fenómeno que no se explica en términos neurológicos, ni tampoco se debe al actuar de un sujeto racional como afirman los neoliberales sino que tiene que ver con las condiciones sociales, económicas y culturales que la persona arrastra desde su niñez. Precisamente, para disminuir las tasas de delito en nuestro país se deben mejorar las “condiciones sociales de acceso a la igualdad en el campo de la educación, salud y trabajo, que inciden en la construcción de un sujeto potencialmente delictivo”, argumenta.

Sin embargo, la práctica del robo es generaliza a juicio de Arensburg, “desde algo tan simple como sacar fotocopias, cuando en muchos países nadie lo hace. Nos llevamos las cucharas de los aviones, muchos comen en supermercados, por mencionar algunos casos cotidianos. Hay una cultura respecto del robo que está muy arraigada”. A mayores escalas, en las esferas de poder gran malestar ciudadano han causado las denuncias en contra de parlamentarios involucrados en delitos de fraude al fisco y financiamiento irregular de campañas políticas.

Por eso, la psicóloga recalca que es importante impulsar y participar de un debate público respecto de lo que significa el lazo social: qué nos compromete con el otro, qué tenemos en común y qué queremos cuidar. En la misma línea, hoy “tenemos que pensar qué tipo de sociedad estamos construyendo, ya que más allá del problema de hacinamiento carcelario que tanto se ha criticado o las bajas penas, por ejemplo, lo que se instala es un modo de tratar el tema del delito vinculado a la represión más que a la integración”, determina Pincheira.

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