Marte II: La sociología y su método

Marte II: La sociología y su método

Las palabras del doctor José Maza sobre el impacto que tendrá la aventura de ir a Marte sobre nuestras sociedades, nos ha dado que pensar mucho en las últimas semanas. No solo por la envergadura del desafío, o por lo provocativo de pensarlo desde un país pequeño y periférico como el nuestro, sino sobre todo por una pequeña pero significativa frase deslizada en medio de su conferencia en la Universidad de Chile: necesitaremos sociología en Marte.

Esa premisa, inadvertida en general, trajo consigo otro grupo de preguntas tenaces: ¿qué sociología llevaremos a Marte? ¿Se replicarán allá nuestros problemas y temáticas actuales? ¿Cómo elaborar una sociología situada en un planeta distinto? ¿Deberemos diseñar nuevos instrumentos? ¿Dónde los probaremos? Pero sin duda, la pregunta más incisiva era la que nos implicaba directamente: ¿podemos hacerlo en Chile dada la actual normalización de los objetos de estudio y la iteración irreflexiva de teorías y métodos? No, para llegar a eso debemos cambiar y esta es la mejor oportunidad.

Marte es una posibilidad de discusión radical sobre los modos con los cuales producimos conocimiento acerca de nuestro mundo, en particular, porque nos coloca en una perspectiva en la cual los supuestos socioambientales que están en la raíz de nuestras observaciones y métodos se tornan variables, abriendo paso a una necesaria revisión.

Damos por hecho, por ejemplo, la presencia de una biósfera que habilita el conjunto de nuestras interacciones, por tanto gran parte de nuestra teoría sociológica se escribió considerando un medio ambiente abstracto y sin limitaciones, un recurso infinito que daba la seguridad necesaria para fijar la mirada en otros aspectos y trabajarlos como universales.

El supuesto de una condición socioambiental universal y persistente permitió también que la discusión sobre otros recursos, considerados limitados, adquiriera mayor protagonismo en nuestros debates. Así, nuestras observaciones y métodos se afinaron para detectar las variaciones de producción, distribución y apropiación de tales recursos escasos, y temáticas como el individualismo, la libertad, la igualdad y la justicia ocuparon nuestras principales preocupaciones, dando a la economía y a su métrica de intereses el papel principal en el ordenamiento del mundo y de sus narrativas. En síntesis, una teoría y práctica del progreso y la modernización.

Pero no es claro que Marte habilite, tal como la Tierra, los mismos supuestos con los que hemos venido trabajando hasta ahora, ni que podamos ordenar el mundo allá como lo hemos hecho aquí. No es claro que la sociología terrestre y sus métodos sean útiles en un planeta sin el supuesto de la biósfera infinita y persistente, entre otros. Por demás, tampoco es seguro que el individualismo, la libertad, la igualdad o la justicia desplieguen allá los mismos valores interaccionales o que podamos reducir lo social sólo a las personas humanas, dejando de lado a las “personeidades” naturales y técnicas, como hemos hecho acá.

Marte, entre otras cosas, es una situación que coloca entre parántesis los supuestos que han normalizado nuestros métodos de observar y narrar el mundo y claro, en este sentido, podemos utilizarlo como un detonante para explorar, experimentar y especular qué ocurre con nuestras narrativas cuando cambiamos el orden del mundo.

La exploración y viaje a Marte pueden servir como un catalizador o un método, en sí mismo, para generar nuevas técnicas y nuevas narrativas sobre las sociedades del presente y del futuro. Un espacio provisional configurado como un sistema de creencias donde habitar experimentalmente y donde aspectos distintos a nuestras convenciones socioambientales actuales operen como lo real, posible e inevitable. Un real laboratorio para diseñar, generar prototipos, probar la sociología que llevaremos a Marte y a las sociedades del siglo XXI.

La provocación del doctor Maza no es banal ni carece de realidad. Chile es un lugar muy útil para la experimentación de los prototipos de la sociología marciana. Contamos con ambientes extremos y registros de la experiencia social en esos lugares de la cual aprender. De allí pueden salir ideas que probar o fenómenos que observar en nuestros desiertos, glaciales, minas subterráneas, balsas marinas, asentamientos antárticos. ¿No esperarán que solo saquemos conclusiones de contabilidades poblacionales y de observaciones urbanas?

En esos escenarios también podríamos ensayar las formas de comunicación con que la imaginación sociológica colaborará para incrementar la reflexividad e interacción entre comunidades de personas humanas y no humanas. Puede ser la oportunidad para innovar en cómo hacemos públicas nuestras narrativas sobre las sociedades y sus desafíos. Quizás ya no sólo serán los textos escritos (libros, artículos, informes), sino una gama amplia y diversa de formas comunicativas.

En este contexto, tendremos que experimentar con prototipos de comunicación efectivos de maneras diferentes, capaces de resolver barreras idiomáticas y culturales. También debiéramos registrar y aprender como esas barreras, las de la incertidumbre y los territorios desconocidos, son superadas por las personas que habitan las bases antárticas, las buques pesqueros de altura y altitudes altas, las expediciones de montaña o las comunidades que enfrentan las faenas mineras, los incendios urbanos y forestales, las tormentas marinas, etc. Observar cómo se producen y sostienen los vínculos en las situaciones interaccionales extremas es algo que ya tampoco podemos hacer sólo en nuestras oficinas.

Responder a la invitación de Maza, el viaje, implica, para una sociología del siglo XXI, generar laboratorios, prototipos y expediciones de sociólogos/as hacia sitios, problemas y condiciones extremas. Desarrollar formas efectivas de coordinación y cooperación en equipos de trabajo; probar nuevos modelos de creación y aprendizaje para visualizar, comprender y performar sociedades. En síntesis, revisar nuestras jerarquías de conocimiento, nuestros modos de relación y nuestra forma de ser comunidad científica.

Para organizar los laboratorios debemos aprender de otras disciplinas y sus formas de trabajo, lo mismo para diseñar y probar nuevos prototipos prácticos para la intervención sociológica. Es probable que la distinción entre conocimiento experto y experiencia se torne difusa e incómoda, deberemos ser más humildes para ser sensibles a los otros saberes, nos volveremos instrumentos dentro de laboratorios extremos, flotantes, australes y desérticos.

Es seguro que cambiaremos pues nada es más real que las prácticas y, al cambiarlas, al innovarlas, al performarlas haremos real una sociología marciana. Será nuestro propio viaje antes del viaje hacia Marte. Quizá no nos lleve hacia allá, pero cuando podamos hablar de una sociología practicada en los desiertos, en las cumbres, en los mares o en la Antártica, sin duda habremos vuelto a casa.

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