Educación no sexista desde la primera infancia

Educación no sexista desde la primera infancia

El sistema escolar en Chile sigue reproduciendo desigualdades; en el campo de las relaciones de género reproduce prácticas y estereotipos, anidando y habituando el sexismo, con implicancias nefastas para nuestra sociedad.

La violencia hacia las mujeres, desde niñas a adultas, exige urgentemente una profunda reflexión y acción. La diferencia entre los sexos hombre/mujer ha permitido instalar en la sociedad prácticas y discursos hegemónicos y patriarcales, los que han generado divisiones y limitaciones de espacios reales de aprendizaje y de la acción colectiva que pueda contribuir a un sano convivir.

Aunque no es privativo, en el ámbito escolar una educación no sexista es parte de las demandas de voces de estudiantes, movimientos sociales y mundo académico por la construcción de espacios y aulas donde no se reproduzcan relaciones sexistas que discriminen las posibilidades de un sano desarrollo y aprendizaje de todos y todas.

La escuela como institución social es un espacio de socialización donde se asimilan pautas culturales; refleja las visiones sociales predominantes, se aprende lo que la cultura selecciona, se establecen relaciones y se toma conciencia de lo normativo. La institución escolar construye a quienes participan de ella y son, al mismo tiempo, quienes la producen. En tal sentido, la escuela produce y reproduce prácticas de socialización.

A su vez, la primera infancia anida elementos vitales del desarrollo del ser humano, decidores para su óptimo y armonioso trayecto de vida. Es pues esta relevancia y lo que conlleva el contexto educativo escolar, lo que nos exige mirar la educación en los primeros años de vida; nuestras relaciones cotidianas con los niños y niñas; el desarrollo de esas relaciones, si existen diferencias y obstáculos en materia de igualdad, y si hay diferencias qué resultados traen consigo. En un primer acercamiento, es preciso preguntarnos: ¿cuáles son las prácticas pedagógicas de educadores y educadoras en su acción educativa con niños y niñas? ¿Qué espacios se promueven para los niños y niñas? ¿Qué oportunidades y escenarios de juegos para la expresión libre y creativa? ¿Hay limitaciones? ¿Cuáles y desde dónde se posicionan?

En este sentido, es urgente revisar los roles tradicionalmente instituidos para hombres y para mujeres que se establecen en los espacios educativos, los tipos de materiales que exploran los niños y niñas y sus acciones cotidianas. Porque no debemos limitarnos en pensar en una acción respetuosa con perspectiva de género al realizar propuestas educativas con un enfoque mixto, esto sería un abordaje superfluo y peligroso, porque sería seguir perpetuando la diferencia con la aceptación, sin revisión crítica de los patrones de segregación.

Debemos, por tanto, posicionarnos en nuestros espacios cotidianos de modo de ver si vamos consolidando o derribando prejuicios sexistas. Por consiguiente, resulta preciso que en el ámbito escolar se revisen prácticas sobre qué modelos de lo femenino y de lo masculino se instalan en espacios educativos, qué acciones refuerzan estereotipos y con ello la instalación de prácticas normativas y hegemónicas. De igual modo, es perentorio revisar el currículo que imparten las escuelas y diversos centros de atención a la infancia, de modo de analizar profundamente sus concepciones, sus propuestas metodológicas, sus espacios de aprendizaje y prácticas educativas. Revisar lo que aparece explícito y lo oculto. Al respecto, esto implica que en el ámbito escolar se discuta de manera amplia la no violencia en todas sus formas.

El imaginario, creencias y valores muchas veces transmiten sesgos y estereotipos sexistas, siendo parte del currículo oculto que opera desde el primer día de nuestras vidas y se acentúa en la vida escolar donde el mundo aparece segmentado con prácticas para hombres y para mujeres: la cocina y muñecas; pelotas y los autos; las princesas y los héroes. Los estereotipos han sido parte de nuestra crianza encubada en lo familiar, cuya cultura patriarcal que legítima y naturaliza la dominación sobre las mujeres no es menos difícil de derribar.

A nivel académico, resulta preciso implicarnos en que la formación inicial docente revise su malla curricular e incorpore en su desarrollo la perspectiva de género y transversalice el abordaje de la formación pedagógica y disciplinar, para que el ejercicio docente con niños y niñas no aborde la perspectiva de género como mero contenido, sino como concepción y condición de vida. De esta forma, desde la academia se torna necesario construir puentes de acción en la formación inicial docente, en la investigación, y la organización con la escuela por una educación de relaciones de género igualitarias, que permitan generar acciones de transformación social contra toda cultura de poder.

Avanzar en estos ámbitos de acción es hacer consciente la educación no sexista en los niños y niñas. Derribar la violencia sexista requiere del compromiso de toda la sociedad, cuya acción concreta y amplia es necesaria y urgente, porque toda pausa en el camino violenta y desborda nuestra existencia.

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