Los problemas sociopolíticos detrás de los incendios forestales que afectan al país

Los problemas sociopolíticos detrás de los incendios forestales

El 15 de enero se desencadenaron incendios forestales en distintas comunas de la región de O'Higgins, comenzando la alerta roja en la zona. De ahí en adelante las llamas se propagaron y afectaron a las regiones del Maule y Biobío, e incluso parte de la Metropolitana, siendo la villa Santa Olga (VII) la más afectada por las llamas que arrasaron con las mil viviendas que conformaban la localidad. A la fecha, se mantienen 124 incendios activos en el territorio nacional y las estrategias para extinguirlos se han multiplicado. Se trata de un fenómeno del cual hay muchas lecciones y reflexiones que hacer, según nuestros académicos.

Remontándose al pasado, no cabe duda que el descubrimiento del fuego es uno de los hechos más importantes en la historia de la humanidad, transformando de manera radical la forma de relacionarse con el medio ambiente y la alimentación. Constantemente, este elemento vital ha funcionado como “modelador ecológico”, es decir ocurre cíclicamente en distintas regiones del mundo. La relación entre seres humanos con el fuego que ha estado marcada de beneficios pero también de numerosas catástrofes como las que actualmente aquejan a nuestro país.

El reciente incendio se ha transformado en la mayor tragedia de este tipo en la historia de Chile, “al menos para los últimos 80 años, pues cabe recordar la otrora campaña para limpiar bosques con el uso del fuego de 1870, estimulada por el Estado chileno que tuvo por resultado la quema de cerca de 3 millones de hectáreas de bosque de lenga y coigüe, como parte de la campaña de colonización de la cordillera de la Costa, Collipulli y Traiguén”, recuerda el académico del Depto. de Antropología, Jorge Razeto.

El también académico de dicho departamento y arqueólogo, César Méndez, hace cuatro años desarrolla junto a otros investigadores el proyecto “Dinámicas humanas y ambientales durante el Holoceno en el norte de Aysén continental”, enfocado en analizar la relación entre humanos y medio ambiente a lo largo del holoceno en Aysén, una de las regiones que ha sufrido los incendios forestales más importantes de la historia de Chile.

Antiguamente, la zona cercana a Coyhaique se quemó por completo tras ser colonizada y así tuvo varios episodios semejantes. En la década del 30 del siglo pasado, describe Jorge Razeto, los pioneros amparados en la Ley de Colonización generaron incendios durante años, que abarcaron enormes superficies cuya impronta es aún visible en el desolado paisaje de alerces calcinados. “Cabe mínimamente hacer un giño a la historia y asumir la trágica trayectoria de incendios forestales de responsabilidad público-privada sobre territorio nacional”, subraya.

La región de Aysén no siempre estuvo poblada, de hecho los registros arqueológicos indican que a veces hubo presencia de humanos, después se fueron, volvieron a poblar y así sucesivamente. Estas variaciones han permitido al equipo integrado por César Méndez comparar las curvas de presencia y ausencia humana con las curvas de incendios antiguos y las de carbón.

“Concluimos que cuando hubo humanos siempre se produjeron incendios, por el contrario, cuando estos desaparecieron lo hicieron también los incendios. Entonces, una compleja mezcla entre la acción o rol humano y las características del clima generaron que en algunos momentos hubiesen más incendios”, comenta César Méndez. Si bien hay una correlación estadística fuerte entre humanos e incendios, aún falta dilucidar con plena certeza si ellos fueron los principales causantes o sus razones para provocarlos.

Responsabilidades sociales, políticas y económicas

Actualmente, existe mucha preocupación a nivel mundial por los efectos del Cambio Climático o Calentamiento Global, que se ha plasmado en medidas y acuerdos como el Acuerdo de París firmado en 2016 por 175 estados y la Unión Europea, cuyo fin es establecer medidas para reducir la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI). Sin embargo, en el pasado también se suscitaron cambios climatológicos globales, con olas de calor y frío incluso mucho más extremas que las que se viven hoy.

El cambio climático -como se ha descrito reiteradamente- se vincula a la intensificación o aumento en la frecuencia de fenómenos que antes solían ocurrir “pero que dadas las condiciones ambientales inusuales, sus consecuencias se magnifican. En el caso de los incendios forestales la sequía prolongada en la zona centro sur ha hecho que cualquier incendio –intencional o no– tenga una mayor probabilidad de propagarse o mantenerse activo. Siempre han habido incendios forestales en verano pero la magnitud de los actuales llama la atención”, comenta Rodolfo Sapiains, académico del Depto. de Psicología.

La interrogante que plantea César Méndez es por qué los cambios ambientales afectan tanto. Una de las principales razones que esboza, vinculada al desarrollo de incendios, es porque en nuestro país existen monocultivos de especies arbóreas importadas del extranjero, como el pino o eucalipto.

Los bosques de pinos están simétricamente distribuidos, se encuentran empacados uno junto al otro para hacer más productiva la tierra. A esto se suma su alto consumo de agua, que son sumamente reinosos y de combustión rápida, volviéndose verdaderos agentes facilitadores del fuego. “Ese mal manejo que hacemos los humanos y las empresas (en términos de forestación) es una de las razones por las cuales estamos teniendo los problemas de hoy en día”, critica el arqueólogo.

A diferencia de estos árboles, los bosques nativos presentan una mezcla de diversas especies en ecosistemas que son más cerrados y otros más abiertos. Los incendios son parte de la ecología de las regiones y no son perjudiciales necesariamente. “Lo perjudicial es el mal uso que le damos a la tierra, incrementando la frecuencia de estos incendios y volviéndolos catastróficos”, apunta Méndez.

Otro de los árboles que más se ha quemado durante los últimos días ha sido el eucalipto que proviene de Australia, coincidentemente este es uno de los países con mayor cantidad de incendios, “entonces nos encontramos con potenciales bombas de tiempo”. Es el uso irracional de la tierra que destaca en su reflexión, pues “ni siquiera tiene que ver con que alguien descuide una fogata, y es que en un bosque abierto, de dosel (capa superior de sus hojas) abierto y con especies diversas el fuego se puede controlar”, explica César Méndez.

Esta tragedia, a juicio de Jorge Razeto, merece una lectura profunda. Desde fines de los años 70, especies exóticas han remplazado sistemáticamente la vegetación nativa de la zona centro y sur del país, producto de una “expresa política estatal y de financiamiento público, impulsada por la dictadura militar y continuada por los sucesivos gobiernos hasta la actualidad, amparando el cuestionado pero no modificado Decreto Forestal 701”, relata. Se trata de un “subsidio aparentemente diseñado para pequeños predios forestales que ha sido utilizado de manera constante por los grandes grupos económicos que operan la industria forestal en Chile durante los últimos 30 años, alcanzando con ello enormes superficies que han remplazado bosques y praderas naturales”, señala.

Esto ha traído consigo, según el académico, el “beneficio expreso para la industria forestal en detrimento de los ecosistemas naturales; esto no sólo alteró significativamente la ocupación productiva del territorio, sino también establece patrones de ocupación humana asociada a dicha industria. Ejemplo de ello, es el poblado de Santa Olga destruido en su totalidad por la extensión desbocada del incendio. Dicha situación responde de manera exclusiva al modelo de ocupación del territorio establecido por la industria forestal con el estímulo del sistema público. Plantaciones y aserraderos seguramente cubiertos por seguros contra incendios; trabajadores y pobladores sin casa ni trabajo, ahora se encuentran a merced de la beneficencia”.

Se ha destacado en los medios de comunicación la complejidad del incendio, socavando 400.000 hás y se sospecha de “intencionalidades personales o grupales malignas, pero poco se habla de la confluencia de factores antrópicos estructurales como los ya mencionados que han generado las condiciones suficientes para el desborde incontrolable de las llamas”, puntualiza al antropólogo.

Las consecuencias de todos estos fenómenos, en gran medida, pudieron ser atenuadas y previstas si se tomara la “debida atención a la producción científica, que ya ha anunciado el acaecimiento de siniestros en el pasado, que siempre han habido tsunamis o erupciones volcánicas”, apela Méndez. Conocimiento necesario para desarrollar una planificación urbana responsable y no construir o edificar bajo parámetros y motivaciones economicistas de costo-beneficio.

Autoaprendizaje y resiliencia de las propias comunidades

Pese al escenario socio-ambiental en el cual se ha desarrollado y acrecentado recientemente el fuego en el territorio, condicionado en parte por el cambio climático, según el psicólogo experto en Medio Ambiente, Rodolfo Sapiains, resulta primordial que las comunidades trabajen en el proceso de resiliencia, es decir la capacidad que los pueblos, organizaciones sociales o juntas de vecinos tienen para enfrentar este tipo de situaciones y levantarse tras situaciones inevitables y que seguirán ocurriendo.

“Evidentemente, hay cosas que no se pueden evitar pero hay otras que se pueden mitigar. Si bien ha habido una respuesta -como siempre- de la sociedad chilena de ir en ayuda, siento que persiste gran una dependencia del Estado, específicamente del gobierno y sus instituciones, a que haga ciertas cosas. Hace falta una mayor organización de parte de las comunidades, para hacer frente a este tipo de fenómenos”, comenta Sapiains. Las comunidades debieran adoptar un rol más activo, prepararse, exigir recursos públicos y ejercer una labor más preventiva que reactiva. “No hay mejor manera de enfrentar estos incidentes que con comunidades preparadas que se anticipen a este tipo de escenarios”, añade.

Impacto de la tecnología en casos de emergencia

Gran revuelo social y mediático ha causado en Chile la llegada del avión Supertanker 747-400, el avión cisterna más grande del mundo, gestionado y financiado por particulares, cuya capacidad de tanque es de 72.600 litros de agua. Tras este avión, han llegado otros como el modelo Ilyushin Il-76, enviado por el gobierno ruso y aviones hércules brasileros. Para el académico y Director del Depto. de Antropología, Andrés Gómez, las repercusiones sociales que han traído estos aparatos tecnológicos se pueden analizar desde dos dimensiones.

La primera de ellas es la cantidad y tipo de gente que moviliza, desde la filántropa que donó y gestionó el arriendo del avión, la familia Luksic, bomberos, pilotos, voluntarios y personal de emergencia que colabora. También destacan los gobiernos que prestan herramientas tecnológicas. “Es decir, una intervención tecnológica de este tipo lo que hace es movilizar mucho más que el simple pilotaje del avión. En ese sentido, viene a producir una especie de remezón social”, evidenciando lo que hace falta por lo que queda a prueba la capacidad del país para relacionarse con tecnologías que no son propias.

Por otro lado, se desprende la dimensión religiosa detrás de estos artefactos, vinculada a la esperanza. “Tomos comentaban ansiosos la venida del Supertanker; está puesta la esperanza de que el avión apagará los incendios, lo cual es erróneo porque el avión no apaga incendios, sino que ayuda y produce cierto enfriamiento para que quienes se encuentran en tierra puedan avanzar y controlar el fuego”.

Se produce una situación a la cual no se estaba acostumbrado y es entender que las soluciones tecnológicas y científicas a ciertos problemas no son únicas, ni tampoco poseen una sola interpretación. “Hay tecnología que es sumamente eficaz pero que en su forma no es tan visible o llamativa, o al contrario. Se desarrolla aquí una correlación entre gran avión, cantidad de agua y solución”, detalla Gómez.

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