Romina Rodríguez, licenciada en Antropóloga Social:

"Una de las demandas o principales trabajos de los colectivos feministas es la visibilidad ya que nadie está hablando de femicidios"

Visibilidad de los problemas de género, una deuda pendiente

Se debatía entre estudiar, Psicología, Sociología o Literatura, pero finalmente optó por Antropología debido a la variedad de ramos que ofrecía la malla curricular que descubrió durante la Semana del Postulante de la Universidad de Chile. Romina Rodríguez (24) ha participado de colectivos políticos, agrupaciones feministas, y principalmente en Nivelación de Estudios de la Facultad de Ciencias Sociales.

Tras el terremoto de 2010, Romina colaboró en la construcción de viviendas sociales en la VII Región. “Algo que me impactó mucho de ingresar a la Universidad de Chile fue constatar la diferencia entre mi realidad social y la de aquellas personas a las que había ayudado a levantar medias aguas. Entré a Antropología con esa disposición, trabajar por la gente”, comenta.

Comenzó a militar en una organización política estudiantil llamada Plataforma Colectiva, que trabaja en post de la transformación de la educación, aportando desde sus discusiones, organización y movilización, en lo que ha sido un “trabajo de hormigas” según Romina, y que comenzó disputando el sentido de sus propias carreras y el rol público de la Universidad de Chile.

En 2011, participó activamente de las marchas estudiantiles, en las diversas actividades que se levantaron e incluso en la toma de CODELCO declarando que Chile puede y debe tener una educación gratuita. “Al comienzo hablábamos de arancel diferenciado, pero luego dimos un salto en nuestra lucha y posicionamos la demanda de la gratuidad de la educación, todo quedó en ´mesas de trabajo´ y finalmente volvimos a clases súper desgastados”, afirma.

Buscando generar un cambio más concreto, abandona el colectivo para trabajar en la iniciativa de Nivelación de Estudios en 2012, dirigida a los(as) funcionarios(as) de la Facultad, específicamente personal de aseo y jardinería que no había concluido su enseñanza básica o media. Junto a otros(as) estudiantes, de 12.30 a 14.00 horas, les enseñaban las diversas materias escolares, siendo Romina una de las profesoras de lenguaje y filosofía en los ciclos de Enseñanza Media. Esta experiencia la marcó y motivó a continuar con la línea de Antropología Social. “La mitad de mi formación como antropóloga se desarrolló fuera de la sala, fue con los(as) compañeros(as) en asambleas, dando clases y discutiendo”, asevera.

Romina ha hecho varias ayudantías, hizo su práctica en el Centro Interdisciplinario de Estudios de Género (CIEG) y dirigió la Escuela de Verano para hijos(as) de funcionarios(as) de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile.

-¿Qué despertó tu motivación e interés por investigar en la línea de Antropología del Género?

Hasta 2010 pertenecí a la Iglesia Adventista y decidí abandonarla porque, gracias a la clase sobre género que tuve en la carrera, me percaté del gran patriarcado que yacía en la organización de la iglesia. A veces, había mujeres mucho mejor preparadas, sin embargo, se escogían a hombres para ocupar cargos de liderazgo. Además, “no podía continuar siendo parte de una institución que aportara a la violencia y marginalización de la diversidad sexual y de las distintas manifestaciones de las identidades de género”, comenta.

Más tarde, en 2014 con otras compañeras de Antropología formamos una agrupación orientada a la línea de género; hoy es un colectivo llamado “La Gaitana”. Nos dimos cuenta que un ramo de género no era suficiente, sentíamos que había muchas cosas que decir en una universidad que también reproduce la lógica patriarcal al haber más profesores que profesoras. Otro ejemplo es que los(as) profesores(as) hacen leer más autores que autoras, mientras que en las asambleas hablan más hombres que mujeres. Varios(as) estudiantes de Antropología e incluso de otras facultades se interesaron en el llamado que hicimos de integrar esta agrupación. Durante el primer año, realizamos un proceso de autoformación en materia de igualdad de género para luego pasar al activismo.

-¿Cuáles son las luchas clave que motivan a este colectivo?

Lo fundamental es la desigualdad y la violencia. También empoderar a las personas y generar los espacios para debatir y es que, claramente en una sociedad patriarcal y capitalista, las personas no nacen feministas ni cuestionando sus privilegios de clase, son más bien discursos que atraviesan nuestras experiencias de vida que se deben deconstruir. En nuestra Facultad, es común ver y hablar en torno a la imagen del Che Guevara como joven revolucionario, su figura es muy fuerte versus la imagen de la mujer; no hay una mujer de mayor reconocimiento. En los colectivos políticos poco o nada se habla de género, pues es considerado un tema secundario, con 50 femicidios por año y cientos de demandas por abuso es inconcebible que nuestros “revolucionarios” sigan creyendo que es un tema menor.

-¿Qué tipo de inquietudes y demandas son las que enarbolan las jóvenes feministas en la actualidad?

Yo creo que una de las demandas o trabajos principales de los colectivos feministas es la visibilidad ya que nadie está hablando de femicidios o de las diferencias que se plasman entre hombres y mujeres en las distintas esferas de la vida. Se suele pensar, sobre todo de parte de los hombres, que las mujeres exageran al reclamar más igualdad aduciendo a que somos todos(as) “iguales” por el simple hecho de estudiar en la universidad, pero sin reconocer que bajo condiciones diferentes que luego persisten en el mundo laboral.

-¿Cómo se han insertado en el debate ciudadano los movimientos feministas?, ¿Ha aumentado la participación de los(as) jóvenes en las discusiones sobre paridad?

Yo creo que cada vez se habla más del tema de género y ha aumentado la participación de las jóvenes. Desde el 2013 en adelante, he visto mayor cantidad de movimientos que han puesto estos temas en el tapete, incluso, en ese entonces había organizaciones en Sociología, mientras que en Antropología aún no existían. Ejemplo de ello fue el colectivo “Tacones de Matthei” que después se diluyó pero tuvo un gran activismo. En 2014 comenzaron a conformarse más colectivos feministas.

-Hoy te encuentras cursando estudios en Licenciatura en Educación Media y Profesor de Educación Media en las Asignaturas Científico-Humanistas con Mención en Lenguaje y Comunicaciones, en la Universidad de Chile. ¿De qué manera, a tu juicio, se podría impulsar la enseñanza con enfoque de género en las salas de clase?

Pienso que con el enfoque de género ocurre algo similar a la inclusión, y es que los y las profesores(as) no están siendo formados(as) con esa mirada para luego transmitirla a sus estudiantes. Si no se les entrega una formación sobre estos temas a los(as) profesores(as), probablemente, no se generen tampoco espacios de cuestionamiento en torno a las prácticas pedagógicas; una mirada crítica tendría presente que existen necesidades diversas en el proceso de aprendizaje y también en el espacio mismo del colegio, pero no lo estamos trabajando pues si hay casos de violación en los colegios, por ejemplo, se desconocen cuáles son los conductos regulares a seguir.

Nos encontramos insertos(as) en un sistema que es capitalista, patriarcal, colonialista, adultocéntrico y no inclusivo, por lo que no estamos solamente hablando de clase social que es de lo que se suele discutir en ciencias sociales; somos una sociedad que requiere ahondar en temas de inclusión. La educación es un ámbito estratégico para cuestionar y dejar de reproducir estas prácticas violentas, por tanto, es urgente educar en pro de la diversidad y, al respecto, creo firmemente que podemos construir una sociedad con mejor calidad de vida para todas y todos.

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