"Fenómeno 10E": una "nueva" expresión de malestar ciudadano ante los abusos del poder

"Fenómeno 10E": una "nueva" expresión de malestar ciudadano

El domingo 10 de enero no fue un día común. Tras un llamado a través de las redes sociales, gran cantidad de personas decidieron no ir a comprar a una de las tres principales cadenas de supermercado –Walmart, Cencosud y SMU– como manifestación de repudio en contra de la colusión para fijar el precio de los pollos, denunciada por la Fiscalía Nacional Económica. Indignación ciudadana que incluye otros casos similares como el de las farmacias, asfalto, el papel higiénico, entre otros.

Conocido como el "fenómeno 10E", ese día y bajo el hashtag #SupermercadosVacíos los usuarios subieron imágenes de supermercados poco concurridos a lo largo del país. Una manifestación ciudadana o uso de plataformas virtuales que no es nueva y cuya repercusión no trasciende más allá de la manifestación ocurrido en esa fecha.

Para Esteban Radiszcz, investigador del Laboratorio Trandisciplinar en Prácticas Sociales y Subjetividad y académico del Depto. de Psicología, la efectividad que tuvieron las redes sociales fue irrisoria pues se impulsó como iniciativa comprar en las ferias libres y negocios de barrio, siendo que los sectores medios y bajos de la sociedad habitualmente concurren a esos lugares, son las capas altas las que van exclusivamente a supermercados.

El movimiento es "absurdo y no es más que la manifestación de un descontento que se vive hace mucho tiempo, respecto de una situación de abuso de los grandes detentores del capital al resto de la ciudadanía. Esto no tiene ningún efecto más que el de una amonestación inmediata, porque al día siguiente los(as) consumidores(as) retornaron a los supermercados”, comentó.

¿Un nuevo tipo de ciudadano(a)?

Los últimos años han estado marcados a nivel mundial por el creciente uso de la denominada web 2.0, concepto acuñado en 2004 para referirse al fenómeno social surgido a partir del desarrollo de diversas aplicaciones en Internet, cuya característica principal es la participación e interacción de los(as) usuarios(as). Abarca una amplia variedad de redes sociales, blogs, wikis y servicios multimedia interconectados donde los cibernautas intercambian y colaboran ágilmente en la producción de contenidos.

Ya se ha vuelto habitual la utilización de estas plataformas para distensión, comentarios o denuncias sobre alguno de los temas de la sociedad. “Lo que concitan las redes sociales es un ciudadano específico, distinto a la categoría clásica de ciudadano. De hecho, es muy difícil identificar un imaginario social de ciudadano en estas tecnologías y es que ya no está la representación de un ciudadano en la tecnología, porque no hay una configuración de un tipo social que haga las veces de ciudadano, sino que es un agregado de vínculos individuales que son llamados a manifestar su desagrado pero en virtud de una categoría más neoliberal”, explica el académico del Departamento de Antropología, Andrés Gómez.

Es decir, se trata de un individuo que piensa y reclama en tanto la colusión afecta su consumo. Sin embargo, “todos los casos de colusión, corrupción, cohecho y financiamiento de campañas políticas tienen que ver con un ciudadano que piensa que le están quitando o robando algo. En este sentido, tendríamos que pensar al(la) ciudadano(a) como uno(a) diferente al que estamos acostumbrados”, argumenta.

Facebook y Twitter se han transformado en herramientas eficaces de difusión de información, que con el tiempo evolucionarán en cuanto a sus usos y fines. En el caso de las empresas, por ejemplo, seguirán fidelizando clientela a través de sus equipos de comunicaciones encargados de difundir eventos, promociones y novedades. Van a crear nuevas redes e invertir en imagen de marca. “Por ese lado evolucionará. Por otro lado, los(as) ciudadanos(as) al indignarse por sentirse que les han quitado algo buscarán nuevas maneras de representar ese desagrado y malestar”, comenta Gómez.

Comunicación autorecursiva

Ambos académicos coinciden en que no es novedad este tipo de expresiones de descontento social a través de redes sociales, y la prensa ha informado de forma reiterada sobre sus alcances y consecuencias. “Lo que se ha producido es una comunicación autorecursiva donde la prensa ve o detecta lo que piensa la ciudadanía ya no en una entrevista sino que en las redes sociales y foros digitales”, señala el antropólogo social experto en tecnologías de la información.

De acuerdo a las investigaciones del académico, el uso de la tecnología de la información se puede clasificar en tres tipos, que desencadenan a su vez tres formas de hacer política por parte de la ciudadanía. Una de ellos es la utilización tecnológica para representar expresiones de enfado o malestar como es la representación política, ejemplo de ello serían justamente las reacciones sociales ante la colusión de los supermercados.

Una segunda categoría se vincula a la constitución de sujetos colectivos en estas redes y usos tecnológicos. En este ítem, es posible encontrar colectivos de tipo animalistas o medioambientalistas que luchan contra las represas, entre otros. Finalmente, está el uso cúlmine de la tecnología y la política, con casos o sujetos que por algún medio reinventan las formas de comunicación política; “aquí nos referimos a, por ejemplo, a los flash mob o ataques de hackers a bancos o instituciones públicas. Es decir, ellos más allá de representar intereses lo que hacen es producir tecnología”, explica,

La “Politización” de las manifestaciones virtuales

Ciudadanía y tecnología, de alguna manera, se han fusionado despertando el interés de algunos investigadores para analizar cómo el malestar de ha politizado o no. A juicio de Esteban Radiszcz el malestar a través de la tecnología se ha banalizado, es decir no conlleva a transformaciones de asociatividad política.

Ciertamente, se han constituido grupos pero “son grupúsculos con intereses muy particulares que buscan la transformación de la sociedad en elementos muy locales y que no generan eco sobre el conjunto de la ciudadanía, salvo con consignas como la de la educación y, muy probablemente, consignas vinculadas a la salud o con la previsión. Pero este caso de la colusión se trata de una reacción sulfurada, no hay una politización propiamente tal en la denuncia de la injusticia a la cual cada quien se ve expuesto”, critica.

Un barómetro que servirá para medir el posible impacto de las reacciones sociales serán las próximas elecciones, ya que si los mismos partidos políticos reciben la mayoría de los votos nada habrá cambiado. Por lo demás, el problema que genera Internet es una ilusión de configuración política. “Antes había agrupaciones políticas como las ollas comunes, organizaciones de barrios vecinales, entre otras formadas durante la dictadura. Las ollas comunes eran organizaciones políticas propiamente tales, más allá que estuvieran orientadas a la supervivencia, y eso se diluyó con el retorno a la democracia. Se perdieron unidades políticas de barrio”, señala.

Tímidamente, esa asociatividad ha retornado con el surgimiento de ciertos movimientos de defensa de barrios contra la “depredación” inmobiliaria. “Pero son muy pocos y esos grupos –nuevamente– pertenecen a sectores medios acomodados. También hay algunos integrados por sectores más populares pero son minoritarios. Más bien se repite la historia y quienes logran sacar la voz son los sectores acomodados. Ellos hacer valer sus intereses mediante enunciados y quejas que logran ser escuchados(as) y difundidos en los medios, allí donde las clases populares no tienen mayor visibilidad”, apela.

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