Actividad se desarrollará con entrada liberada en sede Las Encinas:

Mauricio Barría en ciclo de conferencias Trazos de Cuerpo

Mauricio Barría en ciclo de conferencias Trazos de Cuerpo

"En el teatro, a diferencia de otras formas de arte, el cuerpo aparece siempre mediado por un procedimiento ficcional y, cuando ello no sucede, se dice que está más cerca de una performance que de una obra teatral. Entonces, lo interesante es pensar justamente en el momento umbral de esa relación. ¿Qué significa que un cuerpo sea ficcional? ¿Qué implica respecto a la densidad del cuerpo? ¿Lo ficcional lo desdensifica o le otorga su mayor presencia?", señala Mauricio Barría, dramaturgo, académico del Departamento de Teatro y director del Centro Teatral de Investigación y Documentación, quien dictará la conferencia "Cuerpo, Sacrificio y Alegoría" en el marco de Trazos de Cuerpo.

Organizado por Extensión del Departamento de Artes Visuales y el Magíster en Psicología Clínica de Adultos de la FACSO, este ciclo de conferencias busca transformarse en una instancia de encuentro y cruce disciplinar entre las ciencias sociales y las artes, y abordar las problemáticas del cuerpo desde distintas perspectivas. "Y es el cuerpo, en este caso de los actores y actrices, el que constituye siempre la trama central de una puesta en escena", dice Mauricio Barría, quien señala respecto al procedimiento ficcional en el teatro que "creo, no sólo como teórico sino también como dramaturgo, que son efectivamente esos dispositivos ficcionales los que hacen aparecer el cuerpo verdaderamente".

"La ficción es lo que subraya el carácter del cuerpo, entendiendo el cuerpo precisamente como esa experiencia de la carnalidad finita y no solamente como la experiencia de una representación corporal o de una idea del cuerpo; es el cuerpo como eso que sucede realmente sobre la escena, que muere, que se gasta, que se desgasta y que se pone en peligro. En ese sentido, creo que la tradición teatral ha logrado rescatar esa dimensión ficcional del cuerpo y que, contemporáneamente, también ha logrado que esa dimensión no genere un concepto de cuerpo alienado en una idea abstracta, que es tradicional de la modernidad", agrega al respecto Mauricio Barría.

¿Cómo llegaste a la conclusión de situar este procedimiento ficcional como el que hace aparecer verdaderamente al cuerpo?

Tengo que confesar que no tuvo que ver con la teoría, sino con mi práctica escritural como dramaturgo. Yo trabajo en una dramaturgia donde creo que el cuerpo es el eje del relato, pero entendiendo que el cuerpo también sucede a propósito de las palabras. Lo dramático, dice Eugenio Barba, es cuando un actor tiene que hacer cruzar por su garganta palabras que no le pertenecen, una tensión interesante que pone en peligro al actor.

En nuestra cultura moderna, solemos pensar que las palabras son abstracciones o simplemente vehículos de transmisión de información abstracta, pero, en términos reales, las palabras tienen una materialidad: duelen, complacen. Muchas veces, estar obligado a decir lo que uno no quiere decir es también doloroso, y no solamente es doloroso para uno sino también para el cuerpo. Eso de tener lágrimas en la garganta, como decía Zalo Reyes, no es broma. Efectivamente la garganta se cierra a propósito de tener que decir esas noticias que yo no quiero informar. Por lo tanto, la palabra vive con el cuerpo y está permanentemente relacionada con él. Entonces, desde mi punto de vista, desde mis poéticas autorales, lo que siempre he tratado de trabajar son esas dos dimensiones de lo corporal: el cuerpo como un eje del relato, pero también la palabra entendida como un cuerpo que parasita en un actor y que lo obliga, lo violenta y lo coloca en peligro al tener que decir cosas que tal vez él no quisiera decir.

Desde tu punto de vista, ¿esa tensión ha sido lo suficientemente reflexionada?

Creo que no en este país porque, en general, la dramaturgia se sigue leyendo como literatura y entendiéndose, teóricamente hablando, como transmisión de cosas. No obstante, hay un movimiento de dramaturgos interesante, donde podría mencionar, entre otros, a Juan Claudio Burgos, un sujeto que sí ha radicalizado ese elemento corpóreo de las palabras. Lo que pasa es que, desde el mundo del teatro, suele haber una simplificación a propósito de establecer una categoría entre dramaturgos que escriben para la escena y dramaturgos que escriben literariamente, cuando la verdad es que todo dramaturgo escribe para la escena. Por lo tanto, el punto está en qué importancia le das tú al soporte de la voz y de la palabra en el teatro, y nuestro teatro, en general, es más bien visual.  

Entonces, bajo ese contexto, evidentemente que este tipo de dramaturgia no es entendida, es catalogada como híper intelectualizada o simplemente no es tomada en cuenta. Distinto es lo que ocurren en otros países, cuestión que voy a mencionar a propósito de tu pregunta porque no me gustan las comparaciones. En Alemania, por ejemplo, existe una tradición de la sonoridad del texto, de la importancia del sonido en el texto, y hay una enorme cantidad de investigaciones sobre estos problemas. Incluso hay autores que trabajan exclusivamente lo que uno llamaría límites del teatro sonoro, donde el tema de la visualidad es un componente más, pero no el privilegiado.

¿Son estos planteamientos los que vas a dar a conocer en la conferencia o te centrarás en un aspecto más específico?

Me voy a centrar en algo más específico que ha surgido a propósito de mi práctica artística, y que luego se ha convertido en un problema teórico propiamente tal. Dicho problema es un concepto que a mí me parece que, de alguna u otra manera, contiene todas estas reflexiones: el concepto de sacrificio. Éste me ha permitido ingresar, ahora teóricamente hablando, al trabajo del teatro y, sobre todo, al trabajo del texto dramático no como texto literario sino que como texto en escena en tanto que asumo una premisa -que no he inventado yo- en que el sacrificio sería el eje articulador de lo dramático. Es decir, lo que define el drama o el teatro sería precisamente esta figura de lo sacrificial porque toda obra teatral, en el fondo, sería el relato de un sacrificio; un sacrificio que culmina en una escena final, en un clímax, en donde puede acontecer como tal el sacrificio. Por ejemplo, en la muerte de un personaje -Artaud pretendía que fuera la muerte de un actor-, o en la ida, en la partida de un personaje.

Es decir, la obra teatral termina con una imagen de la muerte, la que tiene que ver con una especie de imagen o metáfora de la expiación. Por ejemplo, en Casa de muñecas, de Ibsen, el sacrificio acontece en el momento en que Nora se va de la casa, donde si bien nadie se golpea el cuerpo, efectivamente hay una violencia sobre el cuerpo porque hay un cambio en ese cuerpo a propósito de la ida de Nora: ahora me voy, pero me voy otra, no soy la misma Nora que empezó la obra. Luego hay cierta dramaturgia, sobre la que trabajaré, donde no sólo se plantea el problema general del sacrificio, sino que se tematiza lo sacrificial como cosa. No sólo está el sacrificio como el eje constructor sino que hay otro tipo de dramaturgia en donde el tema es lo sacrificial.

¿Lo sacrificial entendido necesariamente como esa violencia sobre el cuerpo?

Exactamente. Y en ese tipo de dramaturgia, donde se tematiza lo sacrificial, sucede el cuerpo como el soporte directo. Por lo tanto, Casa de muñeca no es una obra sacrificial en un sentido estricto, puedes leer la figura sacrificial en un lugar pero no hay una referencia directa al cuerpo, porque éstos no son heridos directamente. La tragedia griega, por ejemplo, es un soporte ficcional que trabaja a propósito de la herida en el cuerpo, y ejemplos de eso hay miles. Hay ahí una construcción muy arcaica a propósito del sacrificio, que puede estar puesto en escena o no, pero que sucede realmente en el cuerpo. Eso cambia en el teatro moderno, pero, de alguna manera, retorna en cierto teatro contemporáneo a propósito de insistir sobre esa figura. Por ello es que hablaré sobre una autora inglesa llamada Sarah Kane, que es paradigmática porque tematiza el problema del cuerpo, del sacrificio y de la amputación muy radicalmente, pero en el texto. Y voy a referirme también a algunos autores chilenos, entre ellos, Juan Claudio Burgos, que para mí es el más paradigmático porque ejecuta precisamente ese sacrificio de las palabras mismas en la forma de la escritura.

La escritura es una sonoridad que se pone en peligro y que perece, un tipo de texto que puedes aprehender. Lo que hace cierto teatro cuando insiste en la materialidad sonora de las palabras es precisamente generar un umbral respecto a la recepción. No se está pretendiendo que tú entiendas, sino que construyas en el presente posibilidades de sentido. Y esas son experiencias corporales respecto al receptor, y hay un concepto sacrificial del propio texto porque es un texto que se pierde pero sucede. Lo potente en ambos autores es que no sólo se tematiza como contenido, sino que la forma de la escritura también es sacrificial.

¿A qué crees tú que responde esta insistencia en torno a lo sacrificial?

Eso todavía no lo tengo muy claro, porque esta es una investigación de largo aliento sobre la que me referiré sólo a una parte. Pero mi impresión es que está muy relacionado con un fenómeno antropológico, que es el ritual. En el ámbito de lo filosófico hay mucha bibliografía sobre el tema del sacrificio y ejemplarmente está Bataille, quien ha construido una teoría con respecto a la idea de lo sacrificial. Algunos autores que han trabajado el problema de los sacrificial, principalmente desde la antropología, señalan que el sacrificio tendría la función de reestructurar un cierto tipo de orden cosmológico perdido o de reestructurar un cierto tipo de orden natural que por alguna razón ha sido roto.

Si nosotros lo llevamos a un punto más concreto, yo diría básicamente tres cosas, pero siempre pensando en los autores que sirven de base sobre este tipo de cuestiones. Hay una primera función del ritual que está relacionado con lo que Nietzsche llama Principio de individuación, que viene a fracturar el concepto de comunidad. Y esa fractura del concepto de comunidad es lo que lleva al fin del pensamiento mítico o de la cultura ritual, que es representado paradigmáticamente por la tragedia griega. Lo que trata de pensar la tragedia -dice Nietzsche- es el problema irresoluble de que, para que la comunidad suceda, tiene que haber un individuo que al mismo tiempo es el que pone en crisis la comunidad. Ésa sería la primera imagen.

¿Y las otras?

La segunda imagen es más bien político-legal, diría yo, y corresponde a la tesis de René Girard a propósito del sacrificio, donde señala que éste sería un tipo de forma jurídica precaria o arcaica que tendría como función evitar la violencia sin fin que estaría latente en la comunidad. Entonces, la función del sacrificio sería hoy la misma función que cumple la ley: evitar que las crisis de una comunidad la condujeran a su autodestrucción radical, puesto que la violencia sería un tipo de cosa que se definiría por su inacabamiento. Entonces, las comunidades habrían generado estos mecanismos simbólicos, en los que, frente a un conflicto que va a desatar violencia, se escoge una especie de chivo expiatorio -dice Girard- para calmar esa violencia.

Y la tercera figura es muy cercana a lo que planteaba Bataille y que tiene que ver con las relaciones de producción. Desde un punto de vista antropológico, el ritual habría cumplido la función de trabajar las tensiones que se producen en las relaciones de producción que, desde ciertas perspectivas, son las que definen al resto de las tensiones. En ese sentido, el sacrifico cumpliría una función económica también, en tanto que, según Bataille, el concepto de lo sacrificial hablaría precisamente de una economía de gasto que sería necesaria a propósito de un momento en que la estructura económica de una sociedad no logra hacer algo con lo que produce, con ese excedente. Entonces, el ritual y el sacrificio vendrían a destensionar los aparatos productivos cuando estos aparatos productivos, por razones de su organización, han llegado a un colapso que implicaría nuevamente el fin de la comunidad.

¿Las tres imágenes llegarían a lo mismo?

Las tres razones apelan precisamente a ese fantasma que se llama el fin de la comunidad. Pero, volviendo sobre tu pregunta, uno diría qué es aquello que obligó al ritual y al sacrificio a tratar de pensar el problema de la comunidad. Y eso, en un mundo como el nuestro, que precisamente es un mundo donde ya no hay comunidad sino que hay individuos, es un problema que vuelve a propósito de tratar de pensar esa comunidad perdida. Entonces, la tesis es que el sacrificio es una forma por la cual yo trato de poner en el teatro el problema de esa comunidad perdida con todas las implicancias que eso tiene en una sociedad del individuo. Y claro, el teatro habría cambiado de sesgo porque ya no es trágico en el sentido de que no es el individuo el que se viene inevitablemente, como diría un griego clásico. Ahora sólo hay individuos, entonces, el hombre moderno diría, ¿dónde está la comunidad? ¿Dónde podemos vivir juntos?¿Qué significa vivir juntos? ¿Tenemos que vivir juntos?

La conferencia "Cuerpo, Sacrificio y Alegoría", de Mauricio Barría, se realizará este miércoles 16 de junio, a las 10:00 horas, en el Auditorio de la Facultad de Artes, sede Las Encinas (Las Encinas 3370, Ñuñoa, al interior del Campus Juan Gómez Millas de la Universidad de Chile). La entrada es liberada.

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