Señor Director:
El informe sobre la Educación Superior en Chile, presentado por un grupo de expertos de la OCDE y del Banco Mundial, ha tenido la virtud de generar un necesario debate.
Una de las aseveraciones generales que contiene el informe es que hay una gran diversidad entre las instituciones de educación superior en Chile, incluyendo universidades que tienen grandes diferencias entre sí. Esta diversidad es positiva si es que se reconoce que las diferencias responden a las distintas misiones que esas instituciones se han dado.
El informe hace un llamado a que las instituciones asuman sus específicas misiones y definan los nichos que debieran ocupar en el complejo sistema de educación superior chileno. Ese es un sano llamado que contradice a muchos que propugnan que no hay diferencias entre las universidades: estatales, privadas, confesionales, laicas, con o sin fines de lucro, de investigación o de docencia de pregrado. Hay diferencias, y esas diferencias ameritan que la sociedad y el Estado las traten en forma diferente, valorando las diversas funciones que ellas cumplen.
Entre otras recomendaciones interesantes, en el capítulo sobre investigación y desarrollo, el informe recomienda que Chile invierta mucho más en estos rubros y que una necesidad olvidada es la urgente renovación de la infraestructura para investigación y para innovación. Esa recomendación resuena profundamente con los planteamientos de la comunidad científica que hace décadas reclama por la obsolescencia de su equipamiento e instalaciones.
También nos sentimos interpretados por el llamado de los expertos de la OCDE y del Banco Mundial a aprovechar el Programa Becas Chile para avanzar en recursos humanos altamente capacitados, evitando, sin embargo, que ese programa afecte negativamente los programas de posgrado en nuestras universidades.
Como crítica al informe señalaría el poco o nulo análisis que éste hace sobre los programas de posgrado de nuestras universidades.