Columna de opinión

Frente Amplio ¿Solo nuevos clivajes, o una política de mayorías?

Frente Amplio ¿Solo nuevos clivajes, o una política de mayorías?

En una columna anterior , planteamos una paradoja surgida de las primarias presidenciales. Allí, la votación del Frente Amplio (FA) operaba de dos maneras. Primero, como referencia para estimar el avance de una refundación neoliberal derechista. Segundo, como un moderado logro militante que posicionó al FA en primera línea para confrontar dicha refundación.

Lo último ha sido discutido por analistas de la Concertación y la Nueva Mayoría, indicando que, desde los noventa, se ha intentado insertar una tercera fuerza política a la izquierda de la Concertación, siempre con el mismo moderado éxito alcanzado por el FA en las primarias. En respuesta, una parte del FA ha re-afirmado que estos análisis no consideran el nuevo escenario político del siglo XXI, inasible en términos de izquierdas y derechas.

Consideramos la respuesta anterior como medianamente plausible pero creemos que, amalgamada con la tesis de la amplitud propia del FA, puede consumir sus energías en una tarea tácticamente riesgosa: renovar la política chilena en bloque (de derecha a izquierda, diríase, precisamente porque son los términos que se busca eliminar).

La táctica orientada a una renovación en bloque de la política chilena, se traduce también en la proyección sobreestimada de algunos clivajes tales como los de: corrupción v/s honestidad; decisiones “cocinadas” v/s participación ciudadana; equidad socioeconómica v/s concentración de la riqueza; juventudes empoderadas v/s gerontocracias; audacia innovadora v/s repetición de lo mismo. Clivajes que efectivamente interpelan a la política chilena en bloque y en toda su extensión, atravesando el plano de las izquierdas y las derechas, pero que comienzan a estancarse en lo que Villalobos-Ruminott denomina: la trampa de la política como diseño.

En vez de encabalgarse firmemente sobre los desplazamientos en marcha (movimientos sociales y rearticulación de la política), se los reduce a posiciones con funciones determinadas. Es una trampa, no un error, pues todos sabemos que la política chilena no se renovará en bloque, sino que se rebarajará el 2018 (una precipitación molecular que evidentemente ya está en marcha).

Si en el FA hay espacio para una izquierda revolucionaria no partisana, entonces su preocupación debe ser la entrada en la política por parte de los movimientos sociales. Esto es bien distinto a pensar que dichos movimientos son desde siempre políticos y que basta mimetizarse con sus prácticas, para algún día llegar a tener un país con “el chancho mejor pelado”. La tarea actualmente prioritaria del FA es extender su interpelación política hacia las grandes mayorías de la sociedad chilena, movilizadas o no. Para ello, el FA no debe confiarse en que su manejo de los nuevos clivajes, unido a los constantes escándalos políticos (desde Soquimich y Sename, hasta las torpezas en la ley de aborto), le aseguren el crecimiento que la sociedad chilena requiere de él.

Además, la táctica orientada a renovar la política chilena en bloque y ampliamente crea condiciones para que el tándem Piñera-Kast se apropie de los nuevos clivajes (posverdad mediante), o los reconduzca hacia discusiones abstractas que alejen el discurso frenteamplista de las mayorías sociales. Es por ello que el FA requiere enmarcar estos clivajes en una extendida interpelación hacia las grandes mayorías de la sociedad chilena. De lo contrario, su imaginación electoral podría restringirse hasta el punto del clásico corrimiento hacia el centro político, allí donde de acuerdo a una vieja ley estadística deberían ubicarse la mayor parte de los electores (o “casos”).

El FA arriesgaría entonces pasar desde una imprescindible política electoral a otra más bien electoralista. Este apelativo lo reservamos para aquellas comprensiones de lo electoral como algo absoluto, sea para rechazarlo sistemáticamente, o para controlar las preferencias ciudadanas con la estadística normalizada que recién comentábamos.

Casi todo el FA apunta en un sentido distinto a tal electoralismo. Partiendo por las tesis finalistas sobre izquierdas y derechas, para las cuales un desplazamiento hacia el centro debiese carecer de todo sentido histórico. No obstante, sería erróneo desconocer que, para algunos sectores muy acotados y respetables del FA, la cuestión de las mayorías no se resolverá mejorando la interpelación política a la población chilena, sino que propinándole algunas lecciones a la Nueva Mayoría (en términos de escaños parlamentarios). Por tanto, y de acuerdo a este enfoque, ciertos sectores concertacionistas se verán obligados al repliegue, generando el espacio necesario para conformar mayorías ciudadanas desde un renovado sistema político.

En la tensión frenteamplista que vemos aparecer aquí, hay un clivaje que jugará un papel fundamental: derechos sociales v/s imperio del mercado.

Más allá de que este clivaje aun lata en el desfalleciente corazón del bacheletismo, la tarea del FA es convertirlo en una política de mayorías eficaces. Esto implica un conjunto de precisiones difíciles de abordar aquí. Únicamente es posible adelantar que los derechos sociales confrontados al imperio del mercado pueden dar una estructura al rebaraje de la política chilena pero, sólo en la forma de una política de mayorías eficaces, pueden acabar con el neoliberalismo y asegurar que no se termine repitiendo la historia de la transición.

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