Ciudadanos bajo vigilancia por globos aerostáticos en comunas de la zona oriente

Ciudadanos bajo vigilancia por globos aerostáticos

Hace un mes, los alcaldes de Las Condes y Lo Barnechea inauguraron un inédito sistema de vigilancia basado en globos aerostáticos que se elevan a 150 metros con cámara de vigilancia en su interior, con el fin de identificar a los delincuentes que ingresen o salgan de las comunas. La medida ha despertado diversas reacciones ciudadanas, cuyos detractores la critican por considerarla un mecanismo que viola la privacidad, opinión compartida por académicos de nuestra Facultad.

Las cámaras incorporadas en estos globos son de alta resolución, con una rotación de 360 grados que alcanzan un perímetro de 30 cuadras aproximadamente. Este mecanismo de monitoreo, “al igual que toda estrategia de prevención situacional que implique el aumento de la seguridad a través del uso de tecnologías como, por ejemplo, ampliar la capacidad de detectar situaciones o conductas criminales a través cámaras, sistemas de detección en aeropuertos, tiene un costo en términos de las libertades personales”, afirma Daniela Bolívar, académica del Departamento de Psicología.

Si bien los alcaldes han asegurado que la confidencialidad de los residentes está asegurada, la información es igualmente registrada. “Así como detectan posibles hechos punibles, las cámaras también detectan el movimiento de la vida cotidiana. De alguna manera, es una decisión política que asume un costo”, añade.

La ciudadanía bajo vigilancia

Tras su implementación, la iniciativa ha sido recibida de distintas maneras: para algunos(as) ha significado una señal de “protección” de la autoridad, para otros una persecución. Ese significado, a juicio de Bolívar, puede además cambiar a través del tiempo, dependiendo de los resultados de las cámaras y del manejo comunicacional que se haga de la intervención.

Su impacto a largo plazo, al igual que toda medida de prevención situacional, tendrá una efectividad relativa, ya que se orienta a prevenir un solo tipo de delito: el delito contra la propiedad, ignorando otras ofensas de igual relevancia social. La medida tampoco ahonda en las causas del robo o asalto, más bien se centra en los “síntomas”, apuntando a la reducción de las posibilidades de delinquir a través de una detección rápida. Según la académica, a futuro los ofensores se desplazarán a otros sectores de Santiago o cambiarán sus estrategias para actuar frente a la tecnología.

Es una medida de prevención que no genera participación de la comunidad, permaneciendo ésta pasiva ante un problema que se asume ser de exclusiva responsabilidad de las autoridades. “Por último, es una estrategia que tiene como supuesto que el ofensor, delincuente, es un 'extraño' que debe ser identificado, generando una lectura bastante simplista del fenómeno de la criminalidad”, comenta la investigadora.

El uso panóptico de las tecnologías

Las cámaras de vigilancia se han transformado en una herramienta frecuente en el monitoreo de espacios públicos y privados para identificar quienes ingresan o salen de ellos. Ante las críticas de muchos vecinos de la zona oriente que reclaman por el uso excesivo de la tecnología, el Académico del Departamento de Antropología, Andrés Gómez, señala que esta visión “panóptica” da cuenta de cómo llega a relacionarse la sensación de inseguridad, la gestión municipal, con un globo y una cámara.

“Cabe plantearse entonces que se trata de empresas privadas al servicio de una necesidad que hace visible la buena gestión política local. Aparentemente, lo que queda claro es lo poco eficaz de los otros dispositivos de vigilancia”, subraya. Las cámaras o dispositivos técnicos no distinguen “los contextos sociales de enunciación, es decir los actos delictuales”.

Ha quedado en evidencia que el uso de las tecnologías puede traer consigo aceptación o rechazo, por lo que en este caso, dadas las condiciones y agentes que intervienen en la propuesta de los globos aerostáticos –municipios y policía– “parece más oportuno desarrollar tecnologías sociales que generen procesos de confianza social y mutuo reconocimiento en torno a lo que no es deseable en el vivir juntos”, comenta Gómez.

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