El día 17 de mayo es un día importante en el cual se visibiliza la diversidad sexual y de género, conmemorándose el hito que implicó la eliminación de la homosexualidad en tanto enfermedad mental por parte de la Organización Mundial de la Salud en 1990. Desde al menos los años 70 algunas corrientes médicas y psicológicas reivindicaban junto a movimientos sociales de lesbianas, homosexuales, personas trans y disidencias sexuales la necesidad de esta despatologización. Sin duda, este hito abrió algunos caminos hacia una mayor igualdad entre personas que se identifican como no heterosexuales y quienes se alejan de esa norma.
No obstante, sabemos que en las sociedades actuales sigue existiendo discriminación; para muchas personas las identidades y deseos no heterosexuales siguen siendo consideradas extrañas, diferentes, o incluso despreciables y antinatura. Las ciencias médicas y psicológicas siguen en parte contribuyendo a estas formas de discriminación y patologización, al seguir validando referentes teóricos que avalan pensamientos hetero y cisnormados, e incluso al permitir el regreso y permanencia de terapias de reconversión que apuntan a curar el malestar que generaría en las personas la homosexualidad, individualizando un problema social. A su vez los procesos de transición de personas trans y no binarias siguen pasando por intervenciones médicas, psiquiátricas y psicológicas que siguen reproduciendo, a veces sin quererlo, abordajes patologizantes.
Muchas violencias ejercidas sobre cuerpos homo/lesbo/transexuales permanecen, y muchos discursos las siguen sustentando y naturalizando. Reconocemos que es relevante que en Chile se esté debatiendo para prohibir las terapias de reconversión y seguir avanzando hacia la despatologización tanto médica como social de las identidades trans, para que instituciones, familias y grupos particulares dejen de promover y practicar violencias hacia grupos y personas LGBTQ+.
Necesitamos seguir trabajando en pos de un cambio cultural que reconozca una ciudadanía plurisexual, que desde la problematización de la heteronormatividad (y no el llamado a la inclusión de lo diferente que termina por reificar la norma), permita romper con los binarismos hombre/mujer, hetero/homo que continúan haciendo ininteligibles e inhabitables otras vidas, deseos y experiencias. Las violencias tanto simbólicas como explícitas que reproduce la tiranía del modelo heterosexual, incide en que sistemáticamente las personas que no se ajustan a las expectativas binarias y heterosexuales sean marginadas, excluidas e irreconocibles.
Es clave ir más allá de la homo/lesbo/transfobia que se enfoca en comportamientos psicológicos e individuales de discriminación ejercidos por personas homo/lesbo/transfóbicas, para poder comprender los procesos estructurales más complejos que sustentan, promueven e institucionalizan (en el ámbito legal, médico, policial, educacional, etc.) la normalización de la heterosexualidad binaria y sexista. Asumir que estas fobias o discriminaciones son meramente manifestaciones individuales limita sistemáticamente las posibilidades de transformación hacia sociedades más vivibles para todos los grupos y personas. Aun cuando reconocemos y valoramos los avances en el ámbito legislativo, sabemos que numerosos análisis y estudios realizados en gran parte por las mismas personas y comunidades LGBTQ+ han permitido visibilizar los límites de lo legal a la hora de mejorar las condiciones materiales concretas de vida de las personas.
Debemos mirar más allá de las formas punitivas que solo visibilizan el castigo para hacer frente a estas violencias. Es necesario apuntar a una educación antisexista y antiheteronormativa transversal que permita avanzar en el cambio profundo que como sociedad necesitamos, que debe ser capaz de abordar el fenómeno de la desigualdad en su complejidad en sus articulaciones entre diferentes relaciones y estructuras de poder (el género, la sexualidad, la clase, la etnicidad, nacionalidad, entre otros).
En ese sentido, también debemos mirar las formas en que el Estado marca qué ciudadanías son posibles y cuáles no, como señala Butler: “Ser un sujeto requiere –en primer lugar– cumplir con ciertas normas que gobiernan el reconocimiento, las que hacen a una persona ser reconocible (…)”. Pensamos en los sujetos como el tipo de seres que piden reconocimiento ante la ley o ante la vida política, pero quizás el asunto más importante es cómo los términos de reconocimiento –y aquí podemos incluir una cantidad de normas sexuales y de género– condicionan por anticipado quién será considerado como sujeto y quién no (Butler, 2009).
Texto: Caterine Galaz y Leyla Troncoso, investigadoras FONDECYT y académicas Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile. Coordinadoras del Núcleo Diversidad y Género: Abordajes Feministas Interseccionales. Red de Investigación en Interseccionalidad, Género y Prácticas de Resistencias.