Este es un proceso largo y riguroso, con diversas etapas de avance, donde esta ceremonia es el inicio público, un hito importante, que marca en forma solemne y participativa un compromiso formativo de re apertura de la disciplina de Trabajo Social en la Universidad.
Sin duda entonces, lo primero es agradecer. El impulso, el empeño de esas pioneras que crearon esta disciplina en Chile en 1925, cuando las mujeres en la Universidad, como muestra Sonia Montecino, escuchaban la clase detrás de un biombo. Agradecer a quienes construyeron un Trabajo Social en la Universidad de Chile, que creció con el siglo y que en 1973 se desarrollaba no sólo a nivel de pregrado, sino en el Instituto de Estudios de Posgrado. Agradecer a todos aquellos que desde entonces propusieron diversos proyectos para re abrir Trabajo Social.
Estamos aquí para festejar este momento y para contestar una interrogante: ¿por qué vale la pena re abrir Trabajo Social? Para responderla, en serio, hay que plantear otra pregunta: ¿qué es Trabajo Social? ¿qué hacemos las y los trabajadores sociales? Más aún: ¿Qué es trabajar lo social en el Chile de hoy?
La presidenta Bachelet, en su primer discurso como mandataria planteaba que el gran enemigo de Chile es la desigualdad. Ahora bien, asumir esa tarea y transformarla en agenda social supone, al menos, enfrentar tres grandes desafíos:
En primer lugar: cambiar de lógica. Salir de los esquemas dicotómicos de pensamiento que banalizan lo social, al volverlo un esquema de oposiciones: o se apuesta al crecimiento o a la redistribución social. Nos desbordan los estudios y las intervenciones sociales exitosas que demuestran que lo que no funciona es una lógica que observa sólo un lado de esa distinción. Por eso ya el lema del Congreso Mundial de Trabajo Social que organizamos en Chile en el 2006 se llamaba justamente: crecimiento y desigualdad. No es posible que nunca sea la hora para dar lugar a “un social” más justo, más pleno, con más oportunidades. Que nunca llegue un momento propicio para enfrentar reformas sustantivas que el país requiere para salir al paso no sólo de la segregación educacional, sino también laboral y espacial en nuestras ciudades.
En segundo lugar, tenemos que mostrar que la redistribución social y económica van de la mano con un enfrentamiento a toda esa dinámica social del desprecio, del agravio moral y de la discriminación. Avanzar hacia un Chile de todos, significa una apuesta por un país más cosmopolita, donde exista un reconocimiento sustantivo hacia la pluralidad legítima de formas de vida. Donde nadie sea estigmatizado por razones de cuna, de raza, de opción sexual, de género, de edad, de capacidades mentales o físicas.
Por ello, en tercer lugar, enfrentar la desigualdad significa dignificar a las personas, valorar sus derechos. Allí, existe una deuda con el potencial enunciativo, al trabajar lo social: no es lo mismo creer que hay menores en situación irregular que niños vulnerados en sus derechos, que hay mujeres abandonadas que mujeres jefas de hogar, delincuentes que jóvenes infractores de ley, pobladores problemáticos que barrios en situaciones extremas. No hay sujetos de 1ª 2ª o 3ª clase. Lo que es precario, lo que está en riesgo, lo que es vulnerable son las ofertas sociales: ellas sí son de 1ª 2ª o 4ª categoría. Entender esa brecha y enfrentarla con propuestas específicas significa trabajar en aumentar los niveles de calidad de la oferta social, tanto pública como privada.
Refundar lo social
Estas coordenadas sustentan la propuesta de Trabajo Social en la Universidad de Chile: avanzar por los caminos de la redistribución y el reconocimiento, desde enfoques críticos reflexivos, propositivos, innovadores.
Para eso vale la pena refundar, re abrir en la Universidad de Chile la disciplina del Trabajo Social. Hacer que se encarne en investigaciones, en intervenciones que impacten en la esfera pública. Que se traduzca en propuestas formativas de pregrado, de Magíster y de Doctorado. Un Trabajo Social que asuma lo mejor de su herencia, que dignifica su pasado, que rinde homenaje a sus muertos, que construye lazos secretos entre generaciones, significa asumir hoy sus tareas intelectuales, profundizar en la riqueza disciplinaria de sus enfoques, construir y trabajar en equipos interdisciplinarios: no hay un fenómeno social que se deje abordar en serio desde un solo oficio. Por eso hay que cambiar la forma de ejercer las profesiones y de enseñarlas.
La Universidad no puede enfrentar estas tareas si divide y fragmenta el pregrado del postgrado, la docencia de la investigación. Los modelos de prácticas están pensados para que el estudiante se reciba, más que para que grupos de académicos y estudiantes trabajen juntos en enfrentar fenómenos sociales. Allí tenemos una apuesta específica: desarrollar núcleos de investigación y desarrollo: apuestas de I + D, como las denomina Conicyt. Esa articulación reordena no sólo las propuestas pedagógicas, sino que se abre al trabajo con equipos locales, con los integrantes específicos de municipios, consultorios, ONGs, centros de estudio, con las comisiones de las cámaras de senadores y diputados, con organismos públicos y privados, con empresas grandes y pequeñas. De este modo, no sólo aumenta el vínculo Universidad – Sociedad, sino que se profundiza su sentido.
Esta es una tarea colaborativa, a la que invitamos a las Ciencias Sociales, a las Humanidades, a Filosofía, a Derecho, Ingeniería, a Matemáticas, a Medicina, a Arquitectura, a las Artes. Cómo no va a ser importante la estética en la intervención social, entender el deseo del otro es crucial para cualquier programa social. Esta es una tarea colectiva de las Escuelas de Trabajo Social nacionales y de América Latina. Queremos proponerles una lógica de colaboración, de establecimiento de redes, de trabajo conjunto.
Porque Trabajo Social en estos caminos, tiene avances decisivos. Tenemos más y mejores conocimientos para ofrecer. Somos hoy una disciplina que se desarrolla a todo nivel, a toda máquina. Hay más de 400 programas de posgrado a nivel de Maestrías y más de 200 programas de doctorado: no sólo en Europa o EEUU, sino en África, en Oceanía, en Asia. En América Latina, donde los brasileros, no sólo en el fútbol marcan la pauta, con sus 14 doctorados en Trabajo Social. No es extraño entonces que nuestras políticas sociales contengan un cierto eco: primero el Brasil solidario, luego el Chile solidario, primero la bolsa familia luego el ingreso ético familiar, primero el presupuesto participativo en Puerto Alegre, después acá, primero el favela barrio, luego el Chile barrio… aunque no siempre esta afinidad existe en los instrumentos, o en sus presupuestos: como decidir radicar a pobladores en una ciudad heterogénea que apuesta a la mezcla y no desarrollar una ciudad fragmentada según el valor que adquiere el metro cuadrado de suelo.
En la Región Metropolitana, tenemos comunas con 28 mts. de área verde por habitante, otras con apenas 80 cm, comunas donde se reúnen todas las externalidades positivas y otras con el Kino acumulado de los peores servicios. Estas últimas no se encuentran en falta de intervención, muchas veces han sido sobre intervenidas. Apostar al desarrollo de territorios extremos no significa solamente ir a los bordes de nuestra geografía, sino también asumir los territorios extremos de nuestras ciudades: en Valparaíso son sus cerros, en Santiago sin duda eso se llama Bajos de Mena, la Legua emergencia, el Castillo. Los nombres además son simbólicos: Volcán I, Volcán II, es imposible pensar que no erupcionen.
Trabajar en serio lo social implica entender la fragmentación presupuestaria, la falta de expertos instalados en esos lugares. Es hora de proponer cosas como por ejemplo que si en el siglo XX se creó la asignación por zonas extremas, pensando en la geografía; en el siglo XXI se cree una asignación por zonas extremas, pensando en la complejidad. Significa no pensar en un modelo centralizado de administración, pero tampoco en una fragmentación local dejada a la suerte de su propio contexto. Descentralizar, es innovar en otras lógicas de coordinación. Requerimos protocolos y estándares internacionales comparados, no sólo aunque también para las emergencias, pero además para la atención de niños, de mujeres que sufren de violencia doméstica, de jóvenes, de adultos mayores. Requerimos de otros mecanismos de evaluación de nuestros programas y políticas sociales, no sólo centrados en la demanda, sino también observados desde la oferta.
Por eso el lema de esta ceremonia es una invitación: refundar lo social es la tarea. Porque hemos avanzado pero hay espacio para mucho más. Porque en este afán contamos con nuestra herencia, con una memoria extendida de siglos y convocamos a los que estamos aquí, a todos ustedes, académicos, profesionales, estudiantes, dirigentes sociales, ciudadanos. Convocamos a nuestros jóvenes, y a los que todavía no han nacido. Vengan con nosotros, refundemos lo social, hagamos posible lo que todavía no existe. Y transitemos esos caminos con una sabiduría antigua, con esa de Andrés Bello, y apostemos hoy, de nuevo, y otra vez, a esa gramática republicana de la libertad.